viernes, 30 de noviembre de 2012

Outro.

Hoy me han sacado de aquí. De estas paredes mugrientas y de ese olor artificial a encarcelamiento. Dicen que nunca terminas de acostumbrarte, pero no es cierto. Un lugar en el que solo puedes sentir la lluvia de la calle en sueños, termina convirtiéndose en tu único hogar a la fuerza.

He recogido todas mis cosas con calma. No tenía prisa por largarme. Los guardias me han observado hasta llegar a la puerta. Incluso cuando todo ha pasado, siguen temerosos de que haga un movimiento impredecible.

Es increíble cómo, hagas lo que hagas, basta con intentar llevarte todo por delante una sola vez para que los humanos te miren con recelo y desconfíen de todo lo que hagas.
Como si ellos fuesen mejores que tú.
Como si ellos tuviesen el Nobel de la Paz.
Como si ellos te comprendiesen.

He recogido mis cosas en silencio. Lo único que ocupa mi cabeza ahora es que la salvación ha concluido.
Es hora de salir ahí fuera y volver a verla. Y sentir que no estoy muerto.
Vivir por vivir. Sin más preocupaciones.
Sentir.

Los guardias ni siquiera me han dejado hablar con mi compañero de celda. Creen que juntos tramábamos algo. Las personas solo desconfían de aquellos que hacen lo que ellos no harían, por miedo a no saber cómo reaccionar. Aunque estén de acuerdo contigo.

De cualquier forma no necesitaba hablar con él. Ha bastado una sonrisa y una mano en el hombro, para comprender que he hecho las cosas bien. Detrás de su larga y descuidada barba, me ha sonreído. Me ha dado su aprobación con una mirada radiante y llena de vida.

He caminado con tranquilidad hasta la puerta mientras los guardias caminaban tras de mí.

He salido fuera.

Ahora veo la luz de la calle.
Veo los coches moverse de un lado a otro.
Siento el sol sobre mi nuca.
Y ella está ahí delante.
Esperándome.
Sonriendo.

Es curioso.

Hacía años que no veía a Pandora sonreír.