miércoles, 19 de febrero de 2014

Levántate.

Eres un cobarde.
Eres patético y lo sabes.
Eres la vergüenza de una legión de almas que han ido muriendo, una tras otra, para llegar aquí.

Ya ni siquiera sabes dónde dejaste tu espada, o por dónde se rompió tu escudo. No recuerdas de dónde vienes, ni a dónde vas. La armadura te pesa, te pesa demasiado, el sudor hace que el metal se deslice y vas perdiendo piezas por el camino.

Tú no eres un titán, eres un ser ridículo. Eres poco más que una piedra en el camino. ¿No escuchas los gritos aquí dentro? Somos nosotros, clamando sangre. Somos nosotros, pidiendo que nos dejes salir. Pidiendo que sueltes las cadenas, que nos dejes abrir las fauces y comernos el rostro de tu enemigo. Déjanos salir de aquí. Deja de caminar, deja de creer que tienes un propósito. No eres más que la sombra de lo que eras. ¿Lo sientes? Es la sangre, que se vuelve negra y espesa. Es la vida, que se te va. Es el odio, es el hielo, es la muerte que controla tu cuerpo. Porque para eso has nacido: para destruir y ser destruido.

No nos hagas reír... No eres un guerrero, no te has ganado ningún título. Eres una deshonra. Mírate, ahí. Tirado en el suelo, cubierto de mierda y sangre, tropezando en el estiércol mientras tus enemigos te miran. Ni siquiera han tenido la decencia de matarte, solo te miran y se ríen. Y si consigues levantarte, te dan una patada en el pecho y vuelves a caer de espaldas al suelo. Tú no eres un lobo, eres poco más que un perro sarnoso.

Deshonras las marcas de guerra. Deshonras las runas. Todas invertidas, deberían sangrar en tu espalda. Nadie te mira, nadie te necesita. Porque ya no eres nadie. ¿Recuerdas el miedo que infligías en el campo de batalla? ¿Recuerdas las heridas, los trofeos, la sangre? ¿Recuerdas la gloria? No eres más que un soldado caído en ruina, un canino abandonado que vaga por las calles con la cabeza gacha.

Tan solo eres la sombra enferma y masoquista del titán que cargaba el mundo a su espalda.


Así que levántate.
Levántate.
Levántate y empuña la vida.

Acaba con el titán.


domingo, 16 de febrero de 2014

Oración del villano.

Somos la noche de invierno.
Somos el mal encarnado.
Somos la bestia y la sirena,
somos demonios,
seres malditos,
malvados.

Somos las espinas de las rosas que nunca os obsequiarán,
somos los besos que nunca recibiréis.
Somos todos los viajes que os saldrán mal;
cuando creáis ver mundo,
os taparemos los ojos y os devolveremos a la sucia dimensión real,
os dejaremos en tierra,
abandonados,
y no habrá forma de que escapéis.
Os seguiréis retorciendo,
como seres heroicos,
escapando de nuestro dictamen,
reclutando a la resistencia,
para combatirnos cual monstruos.

Somos el "no",
la noche solitaria en un piso vacío.
Somos la inocencia que intentáis mantener bajo la cama,
pero que se suicida lentamente,
cogiéndose de la mano con la vida.
Somos vuestra música silenciada,
somos vuestros sueños muertos.

Somos vuestros fracasos,
vuestra virginidad,
vuestra inactividad.
Somos los puñetazos que nunca recibisteis,
las peleas que nunca perdisteis,
que nunca ganasteis,
que nunca tuvisteis.
Somos las relaciones que murieron en vuestras mentes,
sin ni siquiera haber comenzado.
Somos todos vuestros errores.
Somos vuestra demencia,
somos vuestra obsesión.
Somos dos,
somos Dios.
Somos,
y vosotros no.

Y tened por seguro,
que somos crueles,
horribles,
demonios,
putas,
monstruos.
Tened por seguro
que no sentimos ninguna compasión por vuestras vidas,
por vuestras voluntades,
por vosotros.
Y tened por seguro que podéis estar tranquilos,
que si somos abominaciones,
sacrilegios,
villanos,
nos merecemos entre nosotros.



miércoles, 12 de febrero de 2014

The Psycho.

Le arranco el trasto de la jeta a este tipo. 

Trasto, cosa. ¿Cómo coño se llamaba esto? Hasa. Haca. Joder... Cada vez que intento pronunciar ciertas palabras, los sonidos humanos se convierten en gruñidos animales. Cuanto más tiempo llevo sin decir algo, más me cuesta escupirlo. Ha. Hala...

Hacha. Se decía "hacha". Me quedo mirando, jodidamente empanado, viendo como sale la sangre, como un chorro de agua saliendo de un grifo lleno de mierda. Es la hostia. No sé exactamente cuanto tiempo llevo observando esto, pero tengo tanta sed que abriría el puto suelo a cabezazos para buscar un río subterráneo.

Subterráneo... ¿De dónde he sacado esa palabra? Cada día flipo más conmigo mismo. Me miro las manos: enormes manazas llenas de tierra y de sangre. Debería dejar de morderme las uñas, he empezado a hacerme idas. Idas. Oídas. Heridas, joder. Se dice "heridas".

Cojo el hacha y me alejo del notas. He dejado toda la arena llena de sangre y sesos de ese cabrón, no sé si alguien vendrá a recogerlo. A este sitio nunca viene nadie. Camino lejos del trozo de carne muerta que he dejado sobre el pavimento sin dirigirle una última mirada. ¿Para qué? Si algo sé es que los muertos no contestan. Ya no tienen nada que decir.

Escucho la voz en mi cabeza que me pregunta por qué lo he hecho. Intento contestar, pero ni siquiera tengo ganas. Paso. Que le den por el culo, nunca me ha ayudado. Esta ahí porque aún no he podido sacarla de mi cerebro. Esta noche volveré a intentarlo, creo que aún me quedan varillas de metal en la choza.

Vago por el yermo sin rumbo, no tengo a dónde ir. Tampoco quiero ir a ningún sitio. Me duelen los pies de tanto caminar. Que se jodan, a veces se llenan de sangre y de heridas sin que yo se lo diga. Nunca me hacen caso. Mi cuerpo no me hace caso a veces.

Eso es lo último que pensé antes de estrellarme al pavo ese el puto trasto en la cabeza. Claro que intenté no hacerlo, no soy gilipollas. Pero es difícil. Vivo en un puto desierto. Es difícil no ser un monstruo cuando todo lo que te rodea está muerto.

Intenté gritarle y decirle que se largase de aquí, pero antes de que me diese cuenta le estaba incrustando el hacha en la puta cara. Fue divertido. Pero no quería hacerlo. De verdad, puta voz. No quería hacerlo.

Escucho pasos detrás de mi. Tampoco quiero darle mucha importancia, la última vez que escuché pasos fue a solas: me incorporé del sobre y fui a ver quien coño andaba por la casa. Solo encontré un tío sucio, lleno de cicatrices y mirada triste con las manos llenas de sangre. A veces creo que soy tonto porque no entiendo cosas que debería entender. Se supone que las personas entienden las cosas. Yo a veces no. No entiendo cómo aquel tío se metió en mi espejo.

- Eh.

Es la voz de una  fembra. Hembra. Mierda. Me giro y veo a la tía que me ha llamado. Hace siglos que no veo una mujer de verdad.

Es preciosa. No sabría decir lo que me produce. Pero es lo más parecido que recuerdo a estar guay. A estar de puta madre. Cecidad. Fociridad. Joder, no sé cómo se dice.

- Gracias por lo de antes.

¿De qué habla? ¿La conozco?

- ¿Hm? - gruño.

- Me acabas de salvar del tipo ese... ¿Es que no te acuerdas o qué?

Acordarse. No, no me acuerdo de acordarme.

- Hm... Vale - dice.

Le doy la espalda y me piro.

- Espera - dice de repente.

La voz me dice que la escuche. A la voz no, a ella. Que la escuche. Que espere. Me giro. Me siento incómodo si la miro. Puedo sentir como sus ojos miran dentro de mi. ¿Por qué no grita?

- Quédate, por favor.

"Quédate". Nunca he escuchado eso. "Por favor" se utiliza para engañar a la gente y hacerles creer que de verdad necesitas lo que estás pidiendo. Pero no sé lo que es "quédate", no tengo nada de eso. Meto las manos en los bolsillos y saco lo que queda. Un chicle aplastado, un cigarrillo roto y seco, una piedra y una bala. Me acerco y se lo pongo en el suelo. No sé si "quédate" es algo de eso.

Ella me mira, mira las cosas, y se ríe. Vuelve a decir "Por favor, quédate", y se señala a sí misma. Quiere que esté ahí. Con ella.

Quiere que no me vaya.

No sé lo que siento. Ferocidad. Ercidad. Eridad. MIERDA.

 Me acercó al cadáver y le quito la chupa. Le quito la mierda con un par de hostias con la mano y se la paso a ella por encima de los hombros. A veces hace frío en este sitio. Eso dicen algunos. Yo nunca he sentido eso.

Ella curva su boca hacia arriba y entrecierra los ojos. No sé que le pasa. Después pasa sus brazos alrededor de mi y dice "Gracias".

Gracias. Si ella supiera.

- G...gracias-tú - mascullo.

Hace tanto tiempo que no pronuncio una sola palabra, que siento que la lengua se me va a rasgar. Pero no me importa.

Ella está aquí, conmigo. La voz me dice que estoy haciendo "las cosas bien". Ya no escucho gritos, no quiero matar. No quiero sangre, ni ver jetas reventadas, ni animales con las tripas abiertas. No quiero echarme sal en las "heridas" por las noches o buscarme la voz en la cabeza.

Me dice que no me vaya.

Quiero estar aquí, con ella.

"Felicidad". Se decía "felicidad".


Nunca más.

El cielo nunca me ha parecido tan brillante como lo veo ahora en sus ojos.

El fuego nunca dio tanto calor como en su cuerpo.

La vida nunca estuvo tan encendida como en su boca nocturna.

Quédate, aquí, conmigo. Y no habrá nada más.

Nunca más.