jueves, 23 de marzo de 2023

La distancia

¿Sabes quién era el mejor de todos los tiempos?

Tengo los bolsillos llenos de historias en blanco y negro. Historias de nudillos rotos y narices sin hueso, los golpes sobre la lona, el beat de la carne contra el objetivo, las trompetas lentas al fondo de una calle gris, por la que revolotean los papeles de periódico y los sueños de los viejos.

Caminar de nuevo, decía.

Parece como si entraras por la puerta, parpadeando una visita, erguido sobre el crujido de la madera del piso con cada paso de bastón. Eterna mueca de sonrisa, manos grandes, de las que sueltan a volar los sueños en el callejón. Historias en blanco y negro. De nudillos y narices sin hueso.

Nunca me ha gustado tu colina. Aire de ruina industrial, agujeros en la ladera, cubículo de cemento y pintura desgastada. El viento mueve las flores que nunca se movieron en vida, y el ruido del mar llega lejano, al fondo de un acantilado de recuerdos. Mierda. ¿Cuántos años han pasado?

Creo que nunca me había dado cuenta de que te escuchaba. Al otro lado de una pared invisible, distraído por el hervir de la sangre en la primavera, escuchaba. Enmarañado en cuerdas de cobre, noches de bafles y hueveras cubiertas de spray. Debí ir más, lo sé. Pero te escuchaba.

¿Sabes quién era el mejor de todos los tiempos?

No entendía tu mundo. Ni los gritos ni las repeticiones, ni el estallido, el atardecer del aliento después de huir de los demonios. No entendía el culto a un dios de tartán ni la tortura, ni el cortar el viento con la cara para separar este mundo del siguiente, del que llega cuando cruzas la distancia. Going the distance. Supongo que todo es un ciclo.

Es gracioso que mi caleidoscopio sea tan nítido cuando se trata de tus historias, y tan borroso cuando se trata de las mías. Debí ir más. Pero te escuchaba.

A veces paseo por callejones grises, con trompetas lentas en el fondo de mis oídos, y veo pasar los papeles de periódico como palomas del Nuevo Mundo, como vestigios de un campo muerto y quemado, ahogado por el humo del estrés y la producción. La ciudad como cementerio del mundo.

A veces paseo por callejones grises y recuerdo una y otra vez la misma conversación.

Y no solo no entendía tu mundo: tampoco entendía el furor por una guardia torpe, un mal juego de pies, un avance rápido y descoordinado, un puñetazo predecible. He tardado muchos años en entenderlo.

Imbatible, supongo. Todos los recuerdos se van borrando, y tú te quedas. Y no creo en nada más que cruce el umbral de los que respiran, pero tengo tu recuerdo. Es una buena compañía.

¿Sabes quién era el mejor de todos los tiempos?

"Imbatible", decías.

Y a veces, ninguno de los dos estamos muertos.