lunes, 29 de agosto de 2016

Oración del Hombre de Nieve

Ya ha llegado la nieve, Fae.
Ha caído despacio y sin ruido,
arrastrándose hasta nuestros pies sin que nos diésemos cuenta.
Ha abrazado nuestros tobillos para trepar lentamente por nuestra carne,
para pegarse a nuestra piel como el rocío de la mañana.

Nieve triste y lejana que cubre nuestras huellas,
impidiendo que volvamos a casa.
Nieve limpia y blanca que busca nuestro corazón con hambre,
comenzamos a levantar piedras y apareció de la nada.

"¿Por qué sigues sosteniendo esa espada?", dices.
"Cada vez que la blandes, terminas haciéndote daño", dices.
Pero qué puedo hacer si solo sé de cicatrices, de guerra y de muerte,
no sé nada de finales felices, cuentos para dormir, exploradores con suerte.
Qué se yo de caricias y no de golpes, de amor y no de carne,
de paz y no de tormento.
De amarte y no dañarte.

Fae, yo solo contemplaba el abismo desde mi ventana,
alargando la mano y fantaseando con la oscuridad.
Yo solo quería sentir la calidez de las tinieblas,
donde nunca puede atraparte el frío.
Quería sentir como el manto de la noche acariciaban la punta de mis dedos.
Escuchaba las voces de vidas pasadas y viejas torturas
que se agolpaban en mi cabeza,
apagando todas las luces y dejando un desván congelado
en el que morir tranquilo.

Yo solo contemplaba el abismo desde mi ventana,
pero llegó la nieve.
Ha entrado en mis venas despacio,
como las viejas canciones.
Y ahora este cuerpo se enfría poco a poco,
con los primeros rayos de luna
y el frío de un invierno que nunca llega.
El batir de las alas de los cuervos marca el ritmo
al que mi corazón muere.
Ya no queda sino piedra y sal,
el futuro retorciéndose en el fondo de esta laguna.
No queda sino un final incierto
que arrastran con fuerza los peces.

Ha llegado la nieve, Fae.
Ya casi ha entrado en mi cabeza.
Dime:
¿Seguirás ahí cuando muera?
¿Seguiré aquí cuando muera?