viernes, 30 de diciembre de 2022

Sin forma

Dicen que el escultor no daba forma a la piedra, sino que la forma latía bajo capas de frío y soledad. Que quitaba todo aquello que sobraba, que liberaba la forma y le daba nombre bajo un cielo lleno de sueños y vidas inacabadas.

Tu puerta y la mía siempre han estado a dos calles de distancia.

Ahora, en el principio del camino, me pregunto si los tambores que hacían vibrar mis huesos en sueños, si las constelaciones que se suicidaban en mi estómago para alumbrar la caverna en un último estertor, eran tan solo los latidos que marcaban el paso hasta tu cama.

martes, 18 de octubre de 2022

Runas

Une la nada 
que anula
y el nudo 
que anuda
el núcleo de este nuevo
norte

Cruje el cuarto cráneo
del cuervo discorde
que carga cuerdas
de acuerdo
con la condena
de la
carne muerta
y la sangre deforme

Sanan las balas
que pasan
a través de las caras
que cantan
curiosas nanas 
de damas
cansadas y castas
que cacarean canciones
sobre camas de cartas
y ocultan 
la duda y la culpa
en la cara oscura
de esta cabalgata
de runa puntiaguda
y luna escarchada

Mi comienzo
yace 
en el momento
en que siento
que cada día
sin guía
que he sentido cierto
miente 

y planto así la simiente
de un sordo escombro
de herrumbre
que ruge
en la cumbre
de este cuerpo 
que es mi cárcel
de suerte y de cáncer,
de carne y de muerte

y ensordecerá las trece
ciegas verdades
que pacen
en el frío cieno de las falsas paces,
en el seno
de esta torturada
balada
en que se ha convertido
esta maltratada
mente.

sábado, 1 de octubre de 2022

De alfombras y pies descalzos

Nunca había mirado el cielo.

Estoy acostumbrado al suelo,
a la nieve sucia y la calle quebrada,
la carretera abandonada,
la nada,
el fuego,
el humo,
el desierto y su promesa,
las mentiras,
los juegos.

Finges no ser,
y eres
más de lo que nadie
ha querido ser nunca.

Y el telón arde
para calentar al público,
y las máscaras se hacen añicos
contra este escenario sin salida
en el que he pasado el invierno.

Si me pierdo,
te busco en cada luna.

Dame la mano
hasta llegar a casa,

me inventaré el camino.


domingo, 4 de septiembre de 2022

02/03

 -¿Qué he hecho?

-Aparecer.

viernes, 29 de julio de 2022

Deep funk

Eres bailar en un salón vacío,
remover los restos de una historia
que se hace despacio,
en un fuego prestado.

Despertar,
como si nada nunca hubiese sucedido.

viernes, 10 de junio de 2022

Niño

Niño roto,
niño triste

¿por qué no duermes?

loto en llamas
dibujando elegías
en la superficie
de este charco

Niño muerto,
niño triste

¿por qué respondes?

buscas guerras
donde otros
no quieren
tomar las armas

Niño tonto,
niño triste

¿a dónde fuiste?

suelta los pedazos
que no encajan
y sal del desierto
donde tiraron tu cuerpo
al llegar el alba

lunes, 6 de junio de 2022

"No"

No estoy aquí.

No estoy en el fondo de una botella,
ni floto en un mar de ceniza;
no estoy loco
y sumergido
en una respiración
que se agita cuando cae la noche,
no estoy enfermo 
por ver un rostro
cuando no quiero rostros,
ni estoy quebrado
de echar de menos
una veintena de patas
que me pisen el pecho
sin una sola palabra
para decirme
que el sol volverá a salir.

No estoy en mis sueños,
en mis lápidas,
en mis guerras.

No estoy en esta balsa
que se mece en la tormenta,
no estoy vivo
ni muerto,
no estoy escrito en las estrellas
que se apagan
con una sonrisa que no merezco
y que enveneno con cada segundo
de compañía.

No estoy en este tambor sin balas,
no estoy en el guión de esta tragedia.
No estoy en este caparazón frío
que camina,
hueco,
por cualquier avenida.

No estoy en este túmulo.
No estoy en este coliseo
que es mi vida.

No estoy en ninguna parte.
No estoy aquí.

Nunca he estado aquí.
Esta no es mi vida.

miércoles, 1 de junio de 2022

Variables

Me preguntan por tus huesos

dónde viven
cómo bailan
qué comen tus gusanos
ahora que mi carne
duerme
entre los restos del naufragio.

Y las páginas se queman
en este vacío
de silencios a contrarreloj
y relatos en dirección contraria

Las constantes mueren
los gemelos duermen
las variables se quedan 
atrás

Y la historia siempre regresa

siempre un faro
siempre un hombre
siempre una ciudad

No tengo las respuestas
ni las preguntas
ni los cálculos
de los ángulos torcidos
de este viejo camino

Solo recuerdo un cruce
una madrugada de invierno
dos ojos amarillos en la espesa noche
un pacto de seis cuerdas
y el sabor del suelo
a cuatro patas
aullando a una luna
que ya no existe

Me preguntan por tus huesos

y yo cuento los días
echando mis miedos al agua
para usarlos como ancla
cada vez que paseo por la vieja playa
borrando mis propias huellas
en aquella maldita orilla.

Siempre un faro
que no es el mío

Siempre un hombre
que no soy yo

Siempre una ciudad
que no es la mía.

domingo, 29 de mayo de 2022

Vivo

Busco parques 
en los que encontrarme muerto al alba

calles en las que dormir
el sueño de los olvidados 

y solo y abandonado
cantar
para nunca caer en la noche

la muerte de los niños perdidos.


He amanecido
bajo el niebla y las luces de gas

soy parte del laberinto

y mi casa
es tan solo otra casa
de tantas otras
que han conservado los restos
de mis sueños.


Vivo ocupando huecos

como el agua


destruyendo la siembra

como el fuego


 caminando

sin más música

que la que hacen mis botas

al acercarse

a la madrugada

de tus besos.

martes, 17 de mayo de 2022

El hambre y la llaga

Estoy cansado
de este mundo
y su delirio.

En lo alto de las frías dunas
ríen los profetas del hambre y la llaga,
señalando mi cuerpo tendido
en el fondo del valle,
cantando canciones vacías,
dando forma a las nubes
en un cielo despejado.

Mi carne tiembla y se agita
con cada trago,
y las palabras no significan nada,
y los recuerdos no significan nada,
y la lluvia no significa nada.

Las sombras bailan sobre la ladera,
la luz se quiebra con un gemido,
los sueños desprenden humo,
los locos corren hacia los acantilados.

Solo soy otro sol muerto
enterrado en el desierto,
esperando un amanecer
que no existe.

Estoy cansado
de este mundo
 y su delirio.

lunes, 2 de mayo de 2022

Skarl

tengo una súplica grabada en el pecho

no es una orden
ni un recordatorio
es un lamento.

pide lo imposible cuando menos puedo
pide lo insoportable cuando menos quiero

es una oración de carbono incrustada en la clavícula
un himno sin sentido
que retumba con violencia
sobre mis células
como el tambor de un Dios idiota

hace eco en este pecho hueco
en estas frías membranas 
que recubren mis mentiras
cada vez que el alma duele
echando de menos
el yunque

y su ruido

¿y si desobedecí demasiado pronto?

si la súplica perdió su sentido
desde el primer momento,
mientras sujetaba las cuerdas
y los papeles arrugados
de sueños pasados
que murieron
por capítulos
en la autobiografía de un suicida

primero una caja y un cerrojo
en el fondo de un desván
después una habitación al otro lado de la casa
después un tumor 
en el fondo de un cráneo
después mirarse las manos

Siempre mirarse las manos

¿y si desobedecí demasiado pronto?

¿y si no es mi suerte
sino la venganza de mi reflejo
la crueldad de dedos limpios
que ya no sangran
como sangraban
y ahora retuercen las heridas que quedan
al final de cada melodía inacabada?

Y si no es mi muerte
sino la sangre estancada de mis sueños
que se aplasta contra cavidades mudas
que nunca he visto
añorando luces
en lugares oscuros
en los que tropezarse
a propósito
era un grito
de auxilio

ya no sé si grito a estos lápices
que ya no escriben
o a tus manos
que ya no me siguen

es más fácil quedarse dentro
en la cara oculta de esta luna
que no cambia de fase
donde nadie me escucha
donde nada me alumbra

pero estos compases se hacen extraños
sin un ritmo que marque cada paso

he escuchado cada canción
y ninguna nota
me ha susurrado
dónde duermes

Ni siquiera sé dónde está tu tumba.

jueves, 28 de abril de 2022

Kumantsi

Hay una flor de loto 
aquí dentro.
No importa cuánto la busque, 
no la encuentro.
Dices que la has visto en las mañanas de perla fría
en las que la luz dibuja ríos sobre las sábanas,
en las noches de fuego y lágrima,
de venas curvas y palabras calladas.
No importa cuánto la busque, no la encuentro.

No sé cuánto queda de mí,
no sé lo que quieren,
no sé lo que ofrezco.
No sé si voy,
si vengo,
si estoy vivo
o camino
a través de los huertos
donde otros
han quemado
mis sueños
para ahumar su carne
en lo más profundo del invierno.

Solo sé que puedo,
contra mí,
contra ti,
contra todos,
contra todo aquello que me busca cada noche,
contra todo aquello que siento.
Enemigo del Corazón que Late,
Perro Negro,
Sangre Negra,
una canción de guerra
en la garganta de un niño.

Pero hay una flor de loto aquí dentro.
Tú la ves.
Yo no la encuentro.

La busco en la superficie de los charcos,
en las huellas de mis pasos,
en el humo de la hoguera,
en las piedras y en los túmulos,
en las estaciones que han pasado.
Solo encuentro una mortaja de oro
y un ajuar hecho de huesos
y romances maniatados,
una cicatriz que duda
de si sangrar hasta matar
o encostrar mis pensamientos.
Solo encuentro un hacha enterrada,
un cuchillo ensangrentado,
cinco latidos,
ocho cuentos,
un salmo retorcido,
una oración para los muertos.

Desde el otro lado del valle,
llegan los gritos de mi sombra,
que me busca desde hace años
vagando por la orilla del río,
abandonada en pleno viaje
junto al pan duro
y la leche agria
que dan forma a mis recuerdos.
Me despierto cada noche
rodeado por las voces y las manos heladas
que me persiguen cuando duermo.

Y tus ojos me guían lejos de la guerra,
y tus dedos recorren mi cuerpo cada vez que muero.
Grabas historias en mi pecho,
dejas notas en las páginas de este libro.
Pones a secar mis dudas
cuando florecen las cartas en tus manos.
Cobra sentido el camino.

Dices que mi carne sigue caliente.
Dices que sigo vivo.

Es extraño.
No lo entiendo.
Enemigo del Corazón que Late,
y toda canción es un latido.
Perro Negro,
y no hay correas
de mi cuello a tu vestido.

Hay una flor de loto aquí dentro.
No importa cuanto la busque, no la encuentro.
Supongo que la he perdido.
Pero si mantengo los ojos cerrados,
te veo.

Te veo,

y no siento
frío.

lunes, 11 de abril de 2022

Amanecer

El paso del tiempo había perdido el sentido. Unas veces, era una humedad que latía despacio, reptando sobre las paredes, recubriendo lentamente la casa con una fina película de escarcha donde las voces de la calle palpitaban contra el yeso. Otras, las horas eran parpadeos, y la realidad era un negativo mal pegado, saltando entre fotogramas de carreteras, gritos, copas y vómitos. Los días eran libros empezados por la mitad, donde la narrativa se agolpaba entre puntos y apartes, diálogos inconexos, espacios mal descritos. Nuevo, extraño, e incómodo, el tiempo avanzaba. Tic: ciudades que quedan atrás. Tac: cuerdas mal afinadas. Tic: un funeral lejano. Tac: otra grieta en la pared.

Reproducía el comportamiento de las manecillas del reloj, sin hacerse preguntas. Era fácil. Subía a la cumbre en un constante estado anfetamínico, donde los delirios dibujaban formas lógicas en el techo y la realidad se condensaba contra la mampara de la ducha. Cuando la melodía terminaba, se precipitaba al vacío, sin aliento ni pensamiento, cayendo con los ojos cerrados para volver a ascender. No había lógica ni propósito. Como las manecillas del reloj, corría creyendo que en algún momento llegaría a algún lugar. Pero tarde o temprano, siempre llegaba la medianoche.

Siempre terminaba en el mismo punto del relato: la nube de humo que se derramaba contra el techo, la luciérnaga de fuego bailando alrededor de sus dedos, la luz del televisor muerto coloreando las paredes de un salón viejo y torcido, el aire frío serpenteando contra la ventana. La historia se repetía en distintos lugares, distintas partes del cuerpo, distintas horas, y el resultado era el mismo. Una mentira. Un sueño. Un veneno. Una explosión. Un final. Una carretera vacía. Un coche sin gasolina.

En aquella habitación de sombras de madera, la soledad lo enfrentó a sus pedazos. De manera automática, recogía cada noche los trozos de sí mismo que caían de las maletas, desbordadas de recuerdos. Hacía inventario de sentimientos, perdido entre las notas roncas de una guitarra vieja mientras contemplaba todo lo que había olvidado frente al espejo. Noche tras noche, los libros servían de alfombra. Las imágenes borrosas de la película se proyectaban contra las paredes, como vídeos de verano de una infancia lejana. Garabatos en cuaderno, notas entre las páginas, púas mordisqueadas, vendas usadas, botes de pastillas vacíos. El blues del drogadicto. Cuentos de una vida inacabada. La entelequia del niño roto. Amnesia y regreso: historia de un viaje.

Esperaba la muerte sentado en el sofá. Anhelaba el final de todas las cosas, la carretera cortada. El golpe y los besos de sangre seca. El relámpago muerto en el fondo del cajón, la mirada clavada en el cristal del coche. No dolía el abandono, ni la mentira, ni la crueldad propia de las mezclas imposibles. El dolor dormía en lo que había hecho consigo mismo, no en lo que los demás habían hecho de él. Y las bolsas se desbordaban de recuerdos extraños, de personas que no eran él pero que daban forma a su silueta, de retazos de tinta grabados en carnes frías que seguían ahí al cerrar los ojos. Todo lo que le hacía ser, sin ser, le había empujado contra el espejo. Y como el viajero que vuelve a ver el mar por primera vez en años, se asomaba a su abismo. No había corales ni estrellas, no había vida. Solo sal y heridas, millas de viaje en silencio. Un horizonte sangrante. Y ni rastro de su isla.

Pasaron los días y las fotografías ardieron bajo la luz del sol de invierno. Llamas lamiendo la nitrocelulosa, intentando saborear una memoria ausente. Los poemas y las promesas se deslizaron entre las grietas de la calle, quemándose despacio con un fulgor púrpura en plena noche. Todo aquello que llegó de la nada, se marchó a la nada, sin preguntas ni respuestas. Nunca había existido. Era libre para seguir corriendo, sin maletas ni palabras en sus manos. Libre de morir despierto, de dormir de nuevo.

Hizo una brújula con sus huesos, para volver a la isla. Para recordar el sabor del viento. Un último viaje a ningún lugar. El ruido de las olas en el fondo de sus oídos, el tacto de la arena enfriándose despacio, de camino a la madrugada. La plegaria del loco tratando de coser su mente, manteniendo los pedazos unidos. Se repitió mil veces que no era una sombra, mientras el sol moría al final de la canción. Con la brújula en la mano, retrocedió a una infancia difuminada y mal dibujada en la pared. Encontrar la X, encontrar el tesoro. 98 pasos al noroeste, se perdió entre los cascarones vacíos, alejándose calle abajo. No volvió a saberse nada de él. Desapareció al llegar la primavera.

· · · · ·

Han pasado las horas y los días, y la ceniza de las fotografías ha volado al amanecer. No hay televisores muertos en la habitación, ni techos torcidos, ni luciérnagas de fuego deshaciéndose frente a sus ojos. No hay maletas ni bolsas, ni coches cubiertos de rocío. Se sienta en un trono de piedra, prometiéndose que no hace frío. Se pone una corona de plástico y un manto de gaviotas muertas, y gira el tambor del revólver con las fases de la luna. 

Solo hay una oscuridad fría y hueca, que hace retumbar sus tambores en las entrañas de la montaña, de manera silenciosa. Hace vibrar las paredes de las cuevas, dibujando ondas en los charcos, despertando aquello que mora en lo profundo. Y cada vez que desciende los peldaños de ese abismo, buscando el último trozo de su propio ser, recorre las galerías rezando en voz baja, suplicando su fin.

Pero en su mano, la brújula palpita. Y cada día, sigue el rumbo marcado sin hacerse preguntas. El trono de piedra se derrumba. La corona de plástico cae sobre el asfalto. El manto de gaviotas se hace mil pedazos. Siente que su piel brilla, que la tinta cuenta historias. Siente la guerra en los huesos, el temblor del mundo que lo persigue. Camina con paso firme, 98 pasos firmes al noroeste, la ruta para escapar de Dios y sus dedos oscuros. Sigue el ritmo de las cuerdas, vibra al son de las canciones, vuelve a la orilla de la isla, siente que puede volar de nuevo. Deja atrás el humo, la noche, la elegía, el sueño, la vida. Se adentra en algo que no entiende, como nunca antes lo ha hecho, se deja llevar por las olas. Siente la furia en el suelo, la tristeza que se evapora con el calor de la hoguera. Siente una brasa que nace, y no muere, entre las costillas y sus muescas.

Deja a la espalda todos sus enigmas y se desnuda frente a las piedras. Cree que puede ser, aunque no lo entienda.

En las noches, dos luceros verdes le susurran al oído. Contemplan su caída en la oscuridad, y le dicen que ya no hace frío. Extienden sus manos y le devuelven un calor que nunca ha tenido. 

Las palabras no saben salir de su boca. Cada caricia nubla todos sus sentidos, y su mente dibuja el mismo rostro minuto a minuto. Sabe lo que siente, no lo dice. No lo quiere. No lo acepta. Es todo aquello que, sin saberlo, ha perseguido. Vivir al día. Morir de noche.

Amanece en algún lugar de la isla. Suena una melodía a lo lejos. La rueda se libera, el sol atraviesa el techo de la cabaña, los labios le saben a viento. Una piel pálida se apoya contra un hombro entumecido.

Se pregunta si, por fin, el mundo se ha rendido.

jueves, 7 de abril de 2022

Morgana

Dime, Morgana:
¿ha llegado la noche?

Ya no siento mis ojos en las cuencas,
solo la nieve entrando en mi cabeza,
el invierno y su olor a quemado.

He corrido para que mi sangre no espese,
que mis huesos sigan en su sitio.
He corrido contra el dragón mil veces,
empuñando un arma rota,
patético intento de héroe mal dibujado.

He corrido hasta romper el espejo
y soltar las cadenas que sujetan
los gritos y las colinas,
para desplomarme en la orilla del lago
y dejar que otros terminen la historia.

Dime, Morgana:
¿qué tal lo he hecho?
Ya no recuerdo el sabor de la comida,
ni el tacto del verano.
Tampoco mis versos,
mi corona,
mis melodías,
mis sueños.
Dicen que ya no escribo,
que ya no siento,
que me he vuelto de piedra
y que hace tiempo que no me observo,
que no lo entiendo.
¿Ya estoy muerto?
¿Este cuerpo que me encarcela
no es más que
un castillo abandonado,
una reliquia de otro tiempo,
saqueada y mancillada,
sin tapices en sus muros,
sin fantasmas,
sin jardines,
sin aposentos?

He corrido
lo más rápido que he podido
para llegar cuanto antes
al final de un cuento
que ya nadie escribía.
No hay dragón,
no hay rey,
no hay montaña.
Solo hay un valle de ceniza
en mi lengua,
unos pulmones perforados,
un pantano de escarcha,
un relato emborronado.
Solo hay un fracaso tras otro
sobre el mapa,
un tesoro vacío
que nadie guarda.
Y las horas pasan sin música,
y la espada se oxida sobre la hierba,
y las leyendas se mueren,
y mi voz se marcha.
Me muero despacio,
como las luces al otro lado del mar,
y el frío me sirve de mortaja
mientras mi corazón se apaga.

Pero

siento.

Mi locura
se enciende
como una
pequeña brasa
en el fondo
de la hoguera,
y vuelve
el fuego.

Escucho tu voz junto a mi cuerpo
sentada en la orilla de este lago,
y mi sombra regresa
para servirte de asiento.

Y me dices que duerma,
que todo va bien.
Me dices que tenemos tiempo,
que la guerra ha terminado.


Dime, Morgana:
¿qué tal lo he hecho?

El día se acaba,
y no quiero seguir corriendo.

Estoy cansado.

No me queda más aliento
que los besos que me prestas

soy todo aquello que no te digo
cada vez que nos miramos.

martes, 5 de abril de 2022

Something in the way

He pasado el invierno dormido
en las tripas de una ballena muerta,
arropado por la carne de las paredes,
abrazado a las espinas y a las palabras,
dibujando mi historia
con ojos y escamas

flotando 
en el mar
creyendo
que duermo
en mi cama

las olas me arrastran bajo el puente,
hundo los dientes en la orilla,
lucho por salir de este sueño prestado
del que no encuentro la salida

Cae la noche
y me arrastro
de vuelta
al útero de madera y ceniza
en el que me oculto
cuando el sol se marcha

y luciérnagas de fuego
centellean en la noche,
trazando rutas imposibles
entre el humo y la mentira.

Tantas horas de oscuridad
en la humedad de mis penas
que los buenos recuerdos
se deshacen
como huesos podridos y abandonados
en la carretera

Y miro al cielo sin párpados
y sin clavos que cierren
el ataúd de mi pecho,
esperando la lluvia
que limpia y ahoga,
la lluvia que salva.
Pero no llega.

Tengo los bolsillos vacíos,
las manos llenas de heridas,
el alma cubierta de rocío,
la vena estrecha,
la sangre fría.

Y miro al cielo sin párpados
y sin clavos que cierren
el ataúd de mi pecho,
esperando la correa
que me ahorque de un árbol
mientras ladro y me retuerzo,
que me sujete mientras me transformo
en algo más,
en algo muerto.

Y en el horizonte,
donde se recorta el mundo
y sus delirios,
una silueta camina contra el tiempo.
Se sienta al pie del árbol
con su melodía y sus cuerdas,
y toca elegías
que hacen florecer
este cadáver.

Carne que arropa,
piel que abraza,
boca que escucha,
alma que canta

tengo en el pecho
una herida
con la forma de tu mirada

pongo el corazón a secar en tu ventana,
colgando de dos alambres,

Soy lo que quiero ser

contigo

Soy lo que no he sido

lo que no pudieron quitarme

cobro forma
entre los acordes que inventas
cuando el silencio
no logra vencernos

sigo siendo lo que queda 
bajo este puente,
quemando libros para entrar en calor,
cada día de frío,
cada noche de hambre,
donde habitan el agua
la espina,
el fuego
la ruina,

pero cuando busco mi reflejo en el agua
te encuentro

y la lluvia pasa de largo
al besarte.

domingo, 27 de marzo de 2022

Rey Muerto

Solía ser rey
pero ahora está muerto.

Ha regalado su suerte a los fantasmas
que vagan sin rumbo por sus recuerdos,

creyendo que saben
pero no saben
creyendo que entienden
pero no entienden
creyendo que son
pero no sienten

No quedaban monedas en estos bolsillos
para pagar al barquero

y se sentó en la orilla a esperar
a que pasase el invierno.

Y sus sueños
se marcharon al otro lado del lago verde
verde como la noche
verde como el cadáver
que nunca llega a ver
el final del cuento.

Cráneo pálido
Hombre de nieve
Mano de sangre
Ojos tristes

mueren en la oscuridad
de este océano

vuelven a la luz
de este cielo.


El Rey Sol
regresa
y trae la guerra
en los huesos


porque del suelo
brotan melodías
que se arrastran sobre la tierra,
buscando el calor de un nuevo latido
que incendie los bosques y las estepas,
que corra libre por las venas
de esta forma 
que lo contiene
a duras penas
tras las costuras
de un rugido.

Solía ser rey,
y ahora está muerto.

Y su corona se hunde
en lo más profundo,
a orillas del viejo puerto,
junto al naufragio de sus sueños.

Y ahora es libre de los hombres y las cadenas,

libre de los recuerdos.

Libre para correr,
lanza en mano,
contra el mundo
y sus espectros.

jueves, 17 de marzo de 2022

3200 noches

"eres    todo    aquello
con     lo    que    soñaba 
cuando     era         niña"


las palabras hicieron eco
en la palidez de su mente
durante 3200 noches

tratando de buscar
un molde de carne
en el que encontrarse
al caer la noche

y se deslizaron
con la crueldad
de las sustancias líquidas

que no se quedan
pero que empapan

incapaces
de cobrar forma

que sin saber sujetar
dejan
que la materia se hunda

inmiscibles

como el amor
y la verdad



"    eres             todo             aquello
con             lo              que             soñaba 
cuando             era             niña    "

y las palabras hicieron eco
en la palidez de su mente
durante 3200 noches



y murieron
sin nada que decir

como si nunca hubiesen existido.

jueves, 10 de marzo de 2022

Lo que queda

Solo soy
lo que queda

los restos
de mil canciones
inacabadas
haciendo eco
en los salones
de Shalott

la mirada
que esquiva la ventana
donde la luz parpadea
con otras sombras
que 
no son

las dudas
al llegar al cruce

el pacto
con los Loa
al ritmo 
de una guitarra
que llora
la muerte
del sol

Soy lo que queda

y es suficiente

para medir mi vida
con el compás de estas botas
que me llevan cada vez más lejos
de este invierno enfurecido

a dormir a la sombra
de la ballena muerta

a renacer
en las taquillas

a gritar
en silencio
para recordarme
que estoy vivo

Lo que queda
soy

y no sé quién soy
pero sé

que soy
más

de lo que me han mentido.

martes, 8 de marzo de 2022

98 pasos

cierra 
con llave la casa en ruinas que es
y echa a andar calle abajo
en una bolsa de basura el corazón

camina
con cuidado de no pisar
los últimos jirones de la tarde
que la luz de marzo retuercen
tras los gritos de los borrachos

la mirada por los suelos
de tanto soñar despierto
la escarcha templada de unos huesos
cansados de sujetar 
este puto invierno

sigue
la línea de puntos
rasgando un amanecer
que estrangula
de las manecillas del reloj
la inminente caída

tan deseada
a este lado del mar

busca la forma
de consumirse
en un atardecer de fuego
y correr
siempre correr
hasta que se le acabe el tiempo

y en ese callejón sin salida
de horizontes coagulados
y una cruz en llamas a la espalda,
a 98 pasos de distancia,
la encuentra.



Bebe 
las horas
con la sonrisa enterrada
tras una oscura cascada
de promesas calladas.

Dice 
que sus ojeras son diamantes,
y cada herida una vidriera
en esta iglesia 
abandonada.

Reza
a un dios del bosque olvidado
que no escucha sus plegarias,
aterrado de ser eclipsado
por dos esmeraldas
de cielo pálido.

Llueve el sol
sobre dos cuerpos
en una silenciosa mañana de paz,
vuelve la primavera suicida
que perdieron
en estas calles.


Se encuentran


donde ya no eran
donde ya no estaban.


lunes, 7 de marzo de 2022

Circe

Es extraño

El invierno se muere
nadie quiere salvarlo
y nos sentamos entre tus flores
a contemplar cómo termina

Tus manos me dicen
que todavía queda vida en este pecho
y los cristales desaparecen
poco a poco
con cada latido

Y quizá
solo quizá
empiezo a entender los enigmas
para los que nunca tuve respuesta

Abres la puerta
y el frío se va sin decir nada
entre vasos vacíos
de sueños
y miradas llenas
de palabras

He pasado tantas noches
creyendo que ardía bajo el hielo
que tengo miedo
de pensarte
cuando llega la noche

y sin embargo
soy
porque eres
cuando llega el día.


miércoles, 2 de marzo de 2022

Temblar(nos)

Como dos perros callejeros
buscando un poco de calor
bajo una manta
de silencios rotos

somos.

Y hemos sido siempre
sin saberlo
al otro lado de la calle
caminando sobre las huellas
y los cristales rotos
de otras historias
demasiado grandes

para nosotros.

Pasan las horas
y la calle cambia de color
con la melodía de tus cuerdas

que vibran
despacio

siempre despacio

como los latidos
que hacen eco
en una iglesia vacía.

Las canciones
que no suenan
llenan de luz la habitación 
y todo lo que hacemos
y no hacemos
se convierte en letra.

Y contemplar(nos) desde el borde del acantilado
Y morder(nos) los huesos que dejaron en el camino
Y quitar(nos) estos collares con cuidado
Y lamer(nos) las heridas que duelen
Y limpiar(nos) las palabras que ahogan
Y encontrar(nos) el brillo en estos ojos
que reflejan
un hogar abandonado.
Y temblar(nos).

Como dos perros callejeros
buscando el calor
bajo una manta
de silencios

somos.

martes, 1 de marzo de 2022

Exit Music

Aprendí el nombre de estas calles
demasiado tarde
Y ahora deambulo
como un niño perdido
entre una droga y la siguiente
entre la muerte y la caída
en el espacio entre dos manos
con miedo de tocarse

Duermo entre tus cuerdas
esperando melodías
y le pido al invierno
que me eche las cartas otra vez
antes de que se haga de noche
y tenga que marcharme

Me preguntas por los huesos bajo mi cama
Me preguntas por canciones muertas
No tengo respuestas
No me queda nada

Solo tengo este pecho vacío
que cada mañana me abrasa

Llévame al final de una calle sin salida
Dame un nombre esta noche 
Tócame antes de que muera el alba

Quiero sentarme en el balcón de tus ojos
a contemplar 

cómo el sol se apaga

jueves, 24 de febrero de 2022

"Un Jour Je Serai De Retour Près De Toi"

En el callejón donde el Hades se cerró a sus espaldas,

brilla un poema en llamas escrito sobre la acera.


Las letras se retuercen como lenguas de fuego,

acariciando las paredes mientras esperan, inquietas,

la promesa de lluvia de una primavera suicida.


Allí donde terminan los versos, 

junto a las puertas del infierno,

late un charco de sangre

rodeado por un manto de nieve 

que se deshace al compás del sol.


Y escrito con el dedo de un niño,

al pie de esta despedida de ceniza,

queda un epitafio de dos palabras


que reta a la muerte y al destino,

que da comienzo a la razón,

que pone fin al mito,

que reza:


"Hoy no".

miércoles, 23 de febrero de 2022

Veridis Quo

Corre.

Una hora tras otra,

un tren tras otro,

una voz tras otra,

un beso tras otro,

una duda tras otra.

Corre.


Se hunde en la luz estática 

de un televisor muerto,

y en silencio,

siempre en silencio,

espera un ritmo nuevo.

Lo que dice,

forma una melodía.

Lo que no dice,

no existe.

La realidad es un falso sueño

demasiado cruel para ser cierto.


Puede desvanecerse frente al espejo

si se concentra lo suficiente.

Puede desaparecer entre el humo y el neón,

borrar las huellas sobre la alfombra,

disipar la sombra y el latido

con una luciérnaga de ceniza

que ilumine su oscuro santuario.


Puede morir despacio y vivir deprisa,

tal y como fue diseñado.

Puede sentir que vuela

aún sujeto por frías manos. 

Puede cargar con el peso de la tormenta

y seguir envolviendo veranos borrosos

con papel de regalo.


Puede matarse en silencio,

siempre en silencio,

bajo los focos azules

de su propio escenario.


Se muerde los labios y el alma

decidiendo

si seguir

o vivir.

Si coger esta mano de invierno

que se desliza bajo la ropa,

que acaricia sus huesos,

que despierta sus ojos de nuevo.

Si clavarse a la cruz de fuego

en la que ardieron todos sus sueños.


Puede sentir tantas cosas,

en silencio,

siempre en silencio,

que no recuerda que ya está muerto.


Por eso


corre.

Un paso tras otro,

una cara tras otra,

un instante tras otro,

una colisión tras otra,

un adiós tras otro.

Corre.

martes, 22 de febrero de 2022

Instant Crush

 Sueño

que nos encontramos de nuevo.

Que charlamos

y el tiempo pasa

como solía.

Que nos sentamos en un parque

a medir las horas en cucharillas de café.

Que la vida se convierte en mito.

Que todo es

que nunca ha sido

que nunca ha dejado de serlo.


Sueño

que las manecillas giran 

en dirección prohibida

y la ropa

y la vida

(el mito)

nos quedan grandes.

Que volvemos a ser dos niños

sentados en un banco

bajo un sol de verano sin ojos

y un cielo azul sin sangre.


Sueño

que sonríes

y sueño

que no duele.

Y dos adultos con nuestra cara

nuestras manos

nuestros miedos

nos gritan a lo lejos

y agitan sus cuerpos.

Tristes y cansados.

Rotos de frío.

Muertos.


Sueño

que te aparto el pelo de la cara

y que me veo en tus ojos

durante un segundo.

Que quiero ser lo prohibido,

dibujar en el suelo 

el instante

en el que tu sonrisa florece despacio

para estudiar su geometría,

para encontrar sentido al enigma

que provoca

que mi mente

aprenda a volar

cuando me miras.


El sol se marcha,

la marea sube.

En la noche, muere un faro.

Y nuestros adultos gritan,

desesperados,

pero no escuchamos.

Solo somos dos críos

existiendo entre una sonrisa

y la siguiente.

Y no sabemos de caos,

no sabemos de grises.

no sabemos de muerte.


Me despierto

estrellándome contra el espejo.

Y me asomo a todas mis ventanas

a gritar que no me importa

nada de esto.

Que no hay infierno que me tenga preso.

Que estoy loco.

Pero sueño.


El niño se sienta en el banco del parque

con una bolsa de canicas rojas.

Yo me siento en el suelo

con los trozos de mi espejo.


Sueño

que quiero

soñar

este sueño

de nuevo.

domingo, 20 de febrero de 2022

The Joker and The Queen

 Una mañana que no es una mañana

cubre esta ciudad que nunca fue mi ciudad.

El tiempo es una melodía de piano

escrita por un loco;

el espacio, una voz rota

que hace eco en la soledad;

la vida, una obra de teatro sin guión.

El bufón y la reina,

un cuento de Navidad sin luces,

una muerte entre las flores,

una calavera desenterrada,

un poema para Ofelia.


Morí

y seguí mandando cartas a casa

hasta quedarme sin manos 

con las que ganar la partida.

Ya no tengo nada que apostar,

y no puedo levantarme de esta mesa

en la que siguen lloviendo piedras.

Y no puedo deshacerme de estas páginas en blanco,

en las que no sé qué decir.

Estoy encerrado entre dos palabras,

y no encuentro la salida

ni la entrada.


Intento coser mis heridas con el hilo del laberinto,

avanzar sin luz por estos pasillos,

y termino caminando en círculos

alrededor del espejo.

Ya no sé si soy el Minotauro o su reflejo,

el trauma de una pesadilla azul

derramada sobre la alfombra,

una noche sin estrellas

proyectada en la pared,

una vida inacabada,

una bolsa de plástico

en la tormenta.


Suena el disparo

que da comienzo a la carrera,

encajo la bala en la espalda,

y corro con los ojos cerrados.


Pero siempre he sido Orfeo,

sin entender las reglas de este juego

al que nunca quise jugar,

sin más música que este latido

que me hace compañía

en la oscuridad.

No sé volver a la torre

de la que bajé para ofrecer refugio.

No sé volver al camino

que nunca he querido andar.


Solo existe una línea de salida,

dos líneas de llegada,

ningún horizonte a la vista,

un cielo demasiado grande

para volar sin alas.

Y cada noche me paro en seco 

en esta carretera abandonada.

no me importa la carrera.

Doy media vuelta y me siento en el suelo,

como tantas otras veces,

en silencio y sin decir nada,

contemplando una espalda

que se aleja del mar.


Y ahora tengo una balada clavada en el pecho

que florece cuando cierro los ojos,

que trepa hasta mi garganta

si me quedo dormido durante mi guardia.

Me arrastra de vuelta al agujero

en el que busco mis pedazos en silencio,

en el que mueren los sueños,

solos,

de hambre y de miedo.


Toda historia tiene un final,

pero este cuaderno está lleno.

No quedan páginas que escribir.


Es el final de todas las cosas,

y yo sigo aquí.

sábado, 19 de febrero de 2022

Born To Run

 Ya no recordaba

el fuego en el pecho

la risa en la ventana

las botas en la carretera

el beso en la oscuridad

la vida

que abrasa.


Existir en el silencio

entre un rasgueo y el siguiente

entre las ondas que distorsionan

los días del fin.


Solo necesito un agujero en el cielo

para dormir

una señal en el cielo

para encontrar un mundo nuevo

una voz

que me abrace al final de la noche.


Toda una vida siendo inmortal

y solo necesitaba morir

para volver a correr.


Volver 

a empezar.

viernes, 18 de febrero de 2022

Pálida

cuento los días

en pastillas

y manos vacías.



vivo

(muero)

en el asiento de un coche,

de camino a la cruz.



abro los ojos

cada mañana,

 sigue siendo de noche.




Pálida,


echo de menos

la luz 

que desprende
tu cuerpo.

jueves, 17 de febrero de 2022

I

cerrar los ojos


cruzar el oceáno

en silencio


morir

entre las flores que se abren


dormir

(soñar)



no quiero

de ti



quiero

contigo.

miércoles, 16 de febrero de 2022

Niño de Ryukyu

duermo en un lecho de juncos
en la ribera del río

no necesito mucho para vivir

tengo un puñado de raíces y recuerdos
para llenar el estómago

echo mis sueños al fuego
para calentarme por las noches

tiro piedras al agua
para romper mi reflejo

escribo versos en pétalos
los suelto al viento

cierro los dedos en la oscuridad


nada.




creo que he perdido mi sombra
en algún rincón de estas islas


.

lunes, 14 de febrero de 2022

La canción que encontré en el fin del mundo

Cuando era niño, descubrí que mi brújula no marcaba el Norte.

El Norte lo tengo grabado en los huesos: está en el aire frío que se cuela entre mis costillas después de cada batalla, en la nieve que va entrando en mi cabeza para apagar el fuego y las historias, en las marcas funerarias de mi espalda. 

Cuando era niño, entre cristales rotos, casas vacías y campos quemados, descubrí que mi brújula marcaba el fin del mundo.

Así aprendí a correr. Huyendo en la dirección contraria.

· · ·

Al otro lado del mar, duermo sobre la carne de un corazón muerto. 

Finjo que sueño, y escucho cómo el vacío llena la habitación poco a poco. Le oigo entrar por los agujeros del papel, deslizarse por la rendija de la puerta, filtrarse a través de la luz azul de esta mañana sin fin. Como la niebla estancada de enero, cubre mis sábanas y mi piel, empapa hasta los huesos, trae el invierno a bailar sobre mi cuerpo, a pisotearme en silencio, a hundirme sobre la nieve de mi cama. Enterrado en esta soledad, grito sin voz en la garganta.

Asustado, me levanto de este lecho y comienzo a caminar, con la brújula entre las manos. Creo que conozco el sendero.

En el fin del mundo, se alza una montaña. 

En la montaña, un bosque. 

En el bosque, 

entre la vieja raíz y la fría roca, 

el Dios Ahorcado. 

Herrero de Guerreros. Pastor de Lobos. Duerme bajo un lecho de hojas muertas, con su ojo siempre abierto, su boca siempre cerrada. Vigila el cielo de los que se han perdido y planta estrellas que florecen cuando cae la noche, para marcar su camino. Guarda silencio ante la duda y el tiempo, porque conoce todos los secretos y ninguno de ellos puede resolver el misterio. Su ojo llora por aquellos que lo visitan, pues conocen los secretos y ninguno de ellos ha podido resolver el misterio. De sus lágrimas brota una cascada, y en el fondo del estanque, donde duermen las piedras y los muertos, se escucha el rumor de una canción.

La vida termina allí, en el lugar en el que muere la melodía y empieza el silencio. 

El fin del mundo está en el espacio que ocupa un corazón que no late.

En la ribera del río, lavo mi cuerpo y limpio el barro, y la sangre de mil batallas. Mi piel queda pálida y desnuda al pie de las montañas, sin pinturas de guerra, sin canciones, sin palabras. Y como el sol de la mañana, la luz de mis heridas se derrama. Y mis cicatrices brillan en lo más profundo de este bosque, como las estrellas que florecen en el cielo para aquellos que se han perdido, como pequeñas hogueras en la noche, como viejas almenaras.

En la superficie del agua, esa luz devuelve mi reflejo. Y en los huecos que dejaron otras manos, ahora veo los golpes azulados en mi cuerpo, la carne anudada en las huellas de otras guerras, el paso del tiempo y las marcas de los colmillos. Miro mi reflejo desnudo y carente de sentido.

Todo esto soy. Y bajo este sol de hueso que ilumina el invierno en la montaña, me entiendo.

Hago un barco de papel con mis miedos, para que viajen río abajo. Navegan entre las piedras verdes, siguiendo la ribera hasta el océano. Y allí dormirán para siempre en las profundidades, junto a los huesos de mil historias. Allá donde voy, no los necesito.

Porque mi camino está río arriba, contra las leyes de esta tierra, contra cualquier rumbo o destino, como siempre ha sido. El Herrero lo sabe. Me forjó para luchar contra corriente, para trepar cualquier montaña. Y despacio, sin palabras, sin camino, sin ropa y sin abrazo, subo el risco hasta la cascada. Me siento entre las rocas. Respiro.

Entre las raíces de la ladera, las piedras afiladas y el nacimiento del río, en pleno ascenso, me comprendo. 

Que lo que siento, no entiende de estaciones. No sabe de inviernos ni primaveras. No necesito tocar, no necesito ver. En las profundidades de la tierra, en la cumbre de cualquier montaña, en el fondo del océano, en el vibrar del viento, en el trueno, en las entrañas del volcán, en la ceniza del yermo. No necesito ver, no necesito tocar. No llevo nada conmigo, nada tengo, nada ofrezco. Solo siento. Escalo la montaña hasta lo más alto, en busca del destino de esta brújula, despojado de techos, de lechos y de cuentos, busco una muerte de luz que me consuma, que me haga entender este camino. ¿Cuál es mi propósito? ¿Para qué he muerto? ¿Para qué he nacido?

Más allá del fin del mundo, en lo más alto de la montaña, tras la tumba del Dios Ahorcado, donde mueren los dioses, he dormido. Y allí no hay pesadillas, sombras, escarcha, niebla, soledad, ruido. 

Hay una canción suspendida en el vacío,

compuesta por dos sonidos.

Su voz.

Mi latido.



No era el fin del mundo,

sino el principio.


Dejo la brújula

en el fondo del estanque,

y me acuesto entre los muertos.


Duermo entre las hojas,

sobre el ojo cerrado de Grimnir,

soñando con campos de batalla,

bosques de lobos,

lechos y ríos.


Y en este corazón muerto

sobre el que duermo,

he encontrado todo

lo que había perdido.


No era el final,

sino el principio.


Porque soy el que soy.

En el agua, en la tierra,

en el aire, en el frío.

Soy el que soy.


El que siempre he sido.

sábado, 12 de febrero de 2022

Lo que no puede expresarse

He reescrito estas líneas
tantas veces
que he roto el papel.

Estoy sentado junto a los agujeros,
reuniendo el poco valor que me queda
para hablar 
a través de ellos.
Y no sé qué decir.

No había espacio para mis palabras
y tus recuerdos
en estas maletas.
He tenido que elegir,

y ahora,
como la luz de invierno
sobre las olas,
muero

al caer la tarde.

Sin más latidos
que estas teclas,
sin más abrazo
que este aire frío
que llena la habitación,
muero

al pensarte.


No puedo decirte
lo que no puede expresarse.


Si pudiese,

te diría
que perder el miedo
fue mi primer deseo

que me vieras,
fue el segundo.

que al tocar tus manos
me siento
como el viaje que se acaba,
como si
por fin
llegase a casa.

que cuando sonríes,
hasta la sombra más oscura,
pasa.

que cuando me miras
me siento
como debe sentirse el cielo
cuando lo contempla Dios,
yo
que nunca he tenido nada
salvo mi voz
y los trozos
de una estúpida espada.

Pero al final,
todo es pasajero.
Ya solo me queda un sueño
para pasar la noche,
el fantasma de un beso en el cuello,
un aleluya frío y roto
temblando en la oscuridad.

Ya solo quedan unas horas
para que se acabe el día,

qué importa ya.


Es
por tu risa
por tus truenos
por tus ojos
por tus alas extendidas

por esta canción

por este desván
en el que han pasado los años
como si fuesen días,



te amo

en esta
y en todas
las demás
vidas.


Y mañana
solo quedaremos
yo
y esta promesa:



voy a correr
hasta prenderme fuego

y a dejar que la ceniza
sea mi despedida.

viernes, 11 de febrero de 2022

Misa de Atardecer

Llega la hora del Lobo, y huyo hacia el acantilado.

Subo el gris hasta llegar al verde. Acaricio espinas, beso ortigas, limpio el carbón de mis costillas a cada paso. La tregua de Sísifo: ascender por la misma cuesta de siempre, dejar la roca al pie de la colina, cargar con el peso del mundo a cambio.

Recorro la carretera hasta donde mueren las piedras, al lugar donde la hiedra asfixia la ruina. Si cierro los ojos, al otro lado de la valla todavía escucho el silbido de las cariocas girando en el tiempo, el sabor de los besos tempranos, el olor del pan recién robado. Y en la balconada, allí donde termina el mundo, hay un gato. 

Dormido, se estira bajo pinceladas de sol. Cuerpo de nata y chocolate, untado sobre piedra templada, chasquea el hocico en sueños con ratones invisibles que perturban su sueño. Los bigotes largos, la sonrisa despeinada, las pequeñas zarpas se abren y se cierran al ritmo del latido, despacio, amasando el aire caliente que llega desde el otro lado del bosque.

Mi cuerpo se deja caer junto al suyo, al filo de la caída. Siento la atracción del abismo al otro lado de la pizarra, la negantropía de mis huesos y el suelo, el vértigo ausente que se convierte en deseo de vuelo. Siento en las sienes la vibración de las olas, cómo se estrellan al pie del barranco, metros y metros abajo, en monótona sinfonía. Nacen, se estrellan, braman al convertirse en espuma, mueren y vuelven a empezar. La colisión como forma de vida. Los versos de Clyro. Los ojos de Gilligan.

El gato duerme, y las olas se estrellan una y otra vez contra la montaña, buscando un resultado distinto. Estallan en miles de gotas, rezan para volver a cobrar forma, pero el juego está amañado. Las mismas rocas, las mismas mareas, las mismas olas. Matamos la llama hace tiempo. Dios lo sabe. Y el gato duerme.

Tumbado junto a la bola de pelo, reviso mi equipaje. Llevo cadenas que me atan al hielo, para no permitirme soñar. Tengo un lecho de ceniza en el pecho, sobre el que palpita un corazón herido. Viajo ligero, porque lo que siento ya no entra en ninguna maleta. Guardo versos y cartas en la cartera, por si las balas me alcanzan en plena calle. Paso los dedos entre mis costillas, y toco mis cicatrices. A veces pienso que me sacaron el aire cuando era niño, para evitar que volase.

Y el gato duerme, pero yo no lo consigo. Tendido al sol, desnudo y sincero, no duermo. Ya no sueño. No dejo este cuerpo atrás. No encuentro mi sombra. Pero sigo. ¿Por qué sigo?

Vuelvo al camino con melodías de fuego en los oídos, ahogando el ruido de mis botas pisando sobre mis propias huellas. 




Más allá del valle, tras la nube y el colmillo, la luz sangra sobre el océano y deja estelas rosadas en el horizonte. Oleaje de circonita que arrastra recuerdos fosilizados en luz, como insectos en ámbar. Flotan y se mecen con la brisa, cruzan el espacio y el tiempo, llegan a otras costas. Nacen de la espuma de las olas muertas de aquel viejo acantilado, giran y se deshacen mil veces, bañan la arena de otra playa, en la que dos amantes se resguardan de la lluvia bajo una toalla, con un libro a los pies. La circonita se quiebra, se vuelve polvo estelar. Los átomos se elevan y forman un todo que nunca es y que siempre ha sido. Y la espiral atraviesa todo, da vueltas y regresa al principio, al final. Constantes. Variables. La luz de un faro en la noche. Una tarde de invierno. El eco de las botas sobre la carretera. Melodías de fuego en los oídos. Lágrimas en el rostro. Sonrisas apagadas. Manos en los bolsillos.

Mientras camino por la carretera, me detengo junto a las zanjas para ver mi reflejo en el agua y el barro. No reconozco esos rasgos, esas ojeras, esas canas en las sienes, esa barba entristecida. No sé si soy el sueño de un gigante o la sombra de un ratón. No sé si el miedo ha fundido mis sueños, si ha forjado mi pecho con la forma de una jaula. No sé si alguna vez existió una llave, o si existió y la he perdido. Quizá sé dónde está, y no puedo ir a buscarla. Quizá no sé si quiero ir a buscarla. Si alguien más la ha encontrado.

He intentado proteger del frío a otros, y he dejado mi corazón congelado a la intemperie. Le he declarado la guerra a mi mente y no he dejado guerreros que ayuden a los heridos tras la batalla. He llorado en silencio tantas noches, que he secado el rosal que crece entre mis huesos. He volado tan cerca del sol, que he perdido mi sombra.

El agua y el barro ya no me devuelven el reflejo. Estoy solo en la carretera y no existo en el espejo. No hay nadie ahí. Nada ni nadie. Como siempre. De nuevo.


Y al girarme, veo un perro negro junto a mi. A mi alrededor no hay dueños, correas, collares, ni silbidos. La misma historia, años después.

El perro.
El cruce.
Yo.

Noche a pleno sol. Ojos de diamante. Pelaje sombrío, tizón, lomo de sombra y acero. Inmóvil, me mira desde la intersección, con un brillo familiar en los ojos. Me observa de arriba a abajo, pero no espera nada. Nos hemos encontrado en este preciso instante, como nos hemos encontrado tantas otras veces en el mismo lugar, pero nada tiene sentido. He dejado de comprender el mundo, y sin embargo, sigo. ¿Por qué sigo?

Constantes.
Variables.

Me siento en la carretera y me lame las manos. El calor invade mi cuerpo, y dejo de sentir que me falta algo. Y le hablo.

Le hablo de mis días y mis noches. Le hablo de coches robados. De nieve y monedas sucias. De muros caídos y nudillos quemados, de rincones furtivos, de nuevas miradas, de botas cansadas. Le hablo de clavos, de cepillos, de dientes, de la historia cíclica de los reyes muertos. De cuentos torcidos, de leyes de hielo, de páginas arrancadas. Le hablo de sangre y escaleras, de farolas que parpadean, de cerraduras que crujen y portales que respiran, de pistolas que palpitan. De garajes oscuros y ventanas rotas, de cadáveres tibios, de vidas que explotan. Le hablo de miradas a un mar que se pierde en la noche infinita. Le hablo de oraciones silenciosas que hacen eco en las vidrieras, cuando el sol ilumina la vieja iglesia en lo alto de la colina. Le hablo, sin saber que me escucha. Le hablo, sin saber que lo hago.

El Dios de los Muertos me acompaña de regreso a casa. Caminamos juntos, porque no dormimos. Jugamos dentro y fuera de la carretera, nos guiamos de vuelta a un hogar inexistente. Sople el viento con fuerza, quemen los rayos del sol, no importa. El niño y el perro, el amor al relámpago. Paseamos a la sombra de los árboles torcidos, saltamos alambres oxidados sabiendo que no existe ningún destino.

Psicopompo de pelo nocturno y verdad muda, me acompaña más allá del cruce, donde la hiedra vuelve a hundirse en la tierra y la piedra brota de entre las hojas. Donde el verde duerme, y el gris renace. Donde el mundo vuelve a su cauce, una vez más, como todas las otras veces antes de esta. Constantes y variables. Una tarde de invierno. Un banco junto al mar. Una pared cubierta de poesía.

Cuando miro detrás de mí, el perro ya no está.

Cruzo el velo en silencio. Y me quedo al otro lado de algo, con el corazón en la mano. Con la espalda llena de flechas. Con la mirada en el horizonte.



La hora del Lobo ha terminado.

Y escucho una voz que me llama desde el otro lado del desierto.



Un paso tras otro, dejo atrás el acantilado.

Un latido tras otro, camino hacia la montaña.

miércoles, 9 de febrero de 2022

Háblame del invierno

Háblame
del invierno

de la melodía fría 
de tu carne

del eco de tus latidos
entre mis costillas
cuando cae la noche

de los dedos
que buscan otros dedos
en la oscuridad
y se entrelazan
con la nada

Háblame 
de las manos vacías
de las tripas vacías

Háblame 
del hambre
y la tormenta

de tus días sin noche
de mis noches sin día



Háblame
sin decir nada

y dime
qué hacemos

mirándonos a los ojos
en plena caída.

lunes, 7 de febrero de 2022

Hoy

 Hoy

tengo 

la sangre encendida
como neón

el corazón
apagado
como ceniza

un billete de ida
hacia ninguna parte

y unas manos vacías
que han encontrado la 
la puerta
de esta casa derruida

que
 
soy.


sábado, 5 de febrero de 2022

Pase lo que pase.

En el espacio
entre un silencio
y un latido,
soy.

Las huellas de un gato
sobre el piano
marcan mis pasos en bucle,
hacia delante,
hacia atrás,
hacia el final de estas calles.

Cobro forma
a través de la luz y el frío,
y este amanecer de invierno
me devuelve la sombra,
dibujando mi cuerpo en la pared.

Y entre el silencio
y el latido,
he encontrado la paz de mis noches,
el rumbo de mis viajes.

Y esta paloma que se posa 
sobre mis manos
sin decir nada,
se lleva mis recuerdos
y me deja una pálida sonrisa,
sincera

como el rayo.

Vuela con las demás,
más allá de las nubes,
hasta la próxima estación.

Al final de mi escalera,
solo queda una canción
y el eco de una máquina de escribir.

Ya no sueño,
no hace falta.

Pase lo que pase,
entre el silencio y el latido,
soy,
y siempre he sido.

Pase lo que pase.

miércoles, 2 de febrero de 2022

Oración de la montaña

¿Dónde están los lobos?

Se fueron más allá del valle, niño

a donde no llegue el fuego

a donde la luna se esconda

al oír sus aullidos

para fingir que no está en casa

que esta noche ha salido

a colocar estos pétalos de escarcha en tu ventana

para que no olvides el frío

para que no olvides el peso

de las calaveras rotas que arrastras

ni la distancia entre el hombre que eres

y el que has sido.


Coge este cántaro de pena clara

y llévalo siempre contigo

para que bebas en las noches sin luna

en las noches sin pieles

en las noches sin nido


Guarda silencio y duerme

tranquilo

que cuando llegue la muerte

si disimulas un latido

pasará de largo esta sangre

y la piedra habrá vencido


¿Dónde están los lobos?

Ya no queda ninguno, chico

Agotaron sus pelajes

se marcharon sin hacer ruido


Los mató la nieve de Enero

y aún creen que están dormidos




lunes, 31 de enero de 2022

Tormenta y terror

Camino a ciegas
por galerías frías
cosechando piedras
sembradas en la tormenta,
con las que construir un altar,
con las que levantar una catedral
en la cima de la montaña.

Solo tengo el negro rocío
que inunda esta cavidad de mi pecho,
el eco de las gotas entre mis costillas,
calmando la sed de una corona de espinas
que rodea mi corazón
y lo protege
de la primavera
y su brisa.

Conozco todas las Líneas,
y ningún camino.

Un paso detrás del otro,
como los muertos y sus cacerías.
Una piedra sobre la otra,
como los vivos y sus fosas.
Un pensamiento debajo de otro,
como los niños,
como la infancia que muere en silencio
con la luz del relámpago,
que exhala su aliento
con el rumor del trueno.

Camino en silencio y a ciegas
esquivando las procesiones
de cuerpos y rostros
que surgen en la niebla.
Sigo las Líneas
con la fe que nunca he tenido,
con la esperanza de encontrar
un camino.

Pero a veces,
se escapa un fantasma.
En la negrura que late,
rozo un recuerdo al pasar;
y el terror comienza.
 
El impulso eléctrico
de todas las cosas vivas,
el viento helado
que llena las venas
de todas las cosas muertas,
el rayo que no cesa,
la sangre que brama,
el grito del tiempo,
el maullido de Dios,
me golpean con la fuerza del océano,
me sacuden y me arrastran
como un viejo trapo sobre las olas,
me estrello contra los acantilados,
me estremezco como las tensas tripas
del tamborilero
que aúlla en el vacío,
buscando desesperadamente
el eco de una canción
en este cielo de estrellas muertas.

Y cuando el fantasma se marcha,
su tacto desaparece de mi piel,
y vuelvo a quedarme solo.

Permanezco en silencio
en un rincón del laberinto,
cubriéndome la cabeza
con estas manos sin dedos.
Y la tormenta
y su terror,
pasan.

Vuelvo a caminar a ciegas
por estas galerías frías,
cosechando las piedras
sembradas en la tormenta,
que han caído del altar
y ruedan sin destino
sobre la alfombra de escarcha
de mis pestañas.
Vuelvo a empezar de cero
a construir esta maldita catedral
en la cima de la montaña.

Cierro los ojos de nuevo
hasta la próxima tormenta,
hasta el próximo terror.


El único fantasma

que queda

soy yo.

sábado, 29 de enero de 2022

XII

Templa la carne en fuego helado
Sujeta los muros con las manos
Apuntala cada cicatriz
Refuerza cada ventana
Siéntate a oscuras sin decir nada
Deja que el frío y la noche te aplasten
Mide cada respiración
Clava los dedos en la tierra
Cruza las piernas
Cierra los ojos
Tensa los brazos
Aprieta los dientes
Ignora las estrellas
Escucha el aire
que se cuela por estos agujeros
imposibles de tapar.
Reclama el trono en la montaña
que se alza de espaldas a las flores
y no vuelvas a mirar atrás.

Nadie va a venir a buscarte.
Nadie sabe dónde estás.

Es la hora del Lobo.
Ya la conoces.
Deja que entre.
No respires.
Ahora eres el Ahorcado.

Ya no duele.
Ya no sabes.
Ya no puedes.

Es fácil.
Tiene truco.

.

jueves, 27 de enero de 2022

Misa de Medianoche

Hay algo extraño en volver a casa.
Cruzas una puerta y el tiempo se detiene. Eres tú, pero ya no eres . Ya no eres tú, pero nunca has dejado de ser tú. 


Vuelves al comienzo de un camino que ya no es tuyo, porque ahora eres la suma de todos tus pasos. Te devuelven al momento en el que empezó todo, sin la posibilidad de empezarlo todo de nuevo. Toda una biblioteca de información sobre ti mismo con la que cambiar el pasado, pero ningún control sobre ello. Y así, te conviertes en un mosaico de diapositivas inconexas, una triste colección de pétalos secos de flores cuyo nombre no recuerdas, un viaje a ninguna parte de la mano de tu propia sombra. Te conviertes en un álbum de fotos en el que no encuentras tu rostro.

Volver a casa es como mirar dentro de uno mismo. Puedes hacerlo siempre que quieras, pero prefieres no hacerlo. A veces es necesario, pero siempre en los momentos más duros. Hay buenos recuerdos y malos recuerdos. Cosas que no recordabas que tenías y cosas que creías que ya habías tirado. Siempre hay una voz que delata y una mirada que juzga. Siempre hay frío y ruido. Y siempre hay lugares derruidos que necesitan ser reparados. Muros caídos. Suelos agrietados. Escaleras hundidas. Bancos vacíos.

Volver a casa es caminar acariciando paredes con los ojos cerrados. 
Es ver a un fantasma besándote en un viejo espejo. 
Es notar los huecos de las fotografías que ya no están. 
Es caminar hacia la costa y dejar que el frío te abrace.
Es navegar hacia el horizonte y despedirse de cenizas que se hunden en el océano.
Es contemplar donde comenzó todo, en el momento en el que terminó.
Es sentir la nada en los labios, en el cuello, en la espalda.
Es observar los rayos de sol perforando la bruma.
Es respirar sin tomar aire.
Es morir sin estar vivo, es vivir sin saber que has muerto.

Es el espacio entre la paz y el horror.


Yo solo quise cruzar la distancia. Atravesar el abismo que hay entre la persona que era y la persona que fui. Solo quise cruzar esa distancia y decirme a mí mismo que la luz iba ganando. Que el cielo carmesí también era para mí. Que podía ser salvado. Que podía amar y ser amado.

El miedo llegó con la tormenta. Hundió los pasos en el lodo, ahogó las palabras con viento, quebró los grabados de piedra. La noche borró el camino y las manos, empapadas por la lluvia, se agarraron a las raíces para no perderse.

El amor al relámpago.
El miedo al trueno.

"Nos matamos para que no lo hagan otros".

Cuando la tormenta pasó, quedó un cascarón vacío. Un niño pálido y frágil, escondido bajo un escudo en un campo de batalla lejano, con las manos hinchadas y la cara cubierta de barro. Sin saber qué hacer con ese miedo anclado en sus tripas, con el temblor de la ausencia y el odio que viene después, con la oscuridad de la noche sin estrellas, el frío de la cama vacía, el sabor del fracaso, la voz que se ríe en su oído y le promete que el final ya estaba escrito. El miedo lo cambió todo.


Hoy he caminado de vuelta al principio, con la cara limpia, la espalda erguida y las manos vacías. Envuelto en hielo y luto. Sin palabras en la garganta. Con los ojos cerrados y el corazón bajo la lengua.

He caminado por todas mis vidas, pisando sobre mis huellas, reconstruyendo mi escenario. Los viejos lugares parecen extraños y distantes. Los cuerpos ajenos se hacen confusos bajo las sábanas. Las luces del puerto se vuelven frágiles y mentirosas. Los mismos ojos, los mismos sabores, las mismas palabras, el mismo mundo. Y ya nada es lo mismo, pero solo queda adentrarse en el desierto.

Morir es esto. Desaparecer en un viaje químico, liberar todas tus emociones en una última supernova, dejar atrás aquello que pesa y que te hunde en estas aguas. Cerrar los ojos mientras contemplas las olas desgastando la bahía, olvidar el sabor de la piel, ignorar el frío de las lágrimas. Naufragar entre carcajadas. Dormir sin pedir perdón. Flotar en alta mar a la espera de un sol que te borre de esta historia. Pagar tu deuda con el amanecer.


En la oscuridad de esta noche sin estrellas, he encontrado mi reflejo en un pequeño charco, abrazado a una promesa intacta, esperando algo que nunca llega, consumiéndose sobre el agua y la memoria, torturándose en silencio imaginando el cómo y el quién, desvaneciéndose en un eterno grito silencioso contra los cielos.

Le he tendido la mano. Lo he vestido. Lo he abrazado. Lo he llevado de vuelta al principio, y nos hemos sentado en ese banco vacío.

"Descansa. Coge fuerzas. Y no lo olvides. Nacimos para correr".

Y es que hay algo extraño en volver a casa.

Cruzas una puerta y el tiempo se detiene. Eres tú, pero ya no eres . Ya no eres tú, pero nunca has dejado de ser tú. 

Y siempre hay lugares derruidos que necesitan ser reparados. Muros caídos. Suelos agrietados. Escaleras hundidas. Bancos vacíos.

Voces y espadas.
Niños perdidos.
Cartas a casa.

martes, 25 de enero de 2022

Mito

Dentro de este pecho
suena el eco de una canción
que me lleva de la mano
al lugar donde guardo mis restos

Dejo que el frío me envuelva
y contengo la respiración
para escuchar el susurro
de cada uno de mis huesos

Me acuesto junto a ellos,
murmuro una oración,
y abrazo de nuevo esta espada
sobre un lecho de sueños muertos.




Algo late en esta oscuridad.

Mis manos buscan la empuñadura a ciegas.


Hoy,
en esta caverna,
recuerdo quién soy.


Nací para espantar monstruos.

Y en esta oscuridad
late un nido.




Sé quién soy.

lunes, 24 de enero de 2022

Angelus

Me he sentado con el Diablo
en el viejo acantilado.

Me susurra palabras
que se elevan en el aire,
formando recuerdos
entre las nubes;
flotan,
giran despacio
cambiando de forma,
vuelan sobre las rocas
y se posan en el agua
como barcos de papel,
se adentran en el mar
dejando estelas de tinta,
escribiendo canciones
en la espuma
sin mirar atrás.

Llevo días en silencio
con el corazón en la mano,
contando los segundos
en latidos que se apagan
bajo el rumor de las olas.

Cuando el sol se desvanece
solo quedan mi cuerpo y su voz,
que me acompañan en la oscuridad
de esta noche sin luna;
mientras se apaga el mundo
y la tinta se disuelve en el agua,
mis pensamientos se acuestan,
despacio,
en el lecho del oceáno.

Dejo que mis ojos
se pierdan en este horizonte
siguiendo la estela de los barcos,
y sueño que me encuentro
al final de esta canción.

domingo, 23 de enero de 2022

In Memoriam

limpiarse la sangre de la cara
antes de volver a casa

respirar humaredas blancas 
para borrar pensamientos negros

contemplar las fotos de los muertos
sentado en el acantilado

contar los días de tregua
en cicatrices en las manos

romper el espejo del sótano
para cerrarle la puerta al monstruo

caminar al borde del océano
para perder para siempre el miedo

desatar un fuego en la noche
para pedir auxilio en los callejones

recuperar el aliento en ninguna parte
para apagar el ruido y las voces



Repaso con los dedos
los grabados de estas galerías
en el estómago de la montaña
y le pregunto
a la oscuridad
qué pasó
con Él

Si logró salir del laberinto
Si encontró paz en la noche
Si logró dormir sin llorar
Si sintió que merecía el tacto
Si dejó de hacerse daño
Si dejó de hacerles daño
Si fue quien quiso ser
Si recuperó sus manos
Si sació su sed
Si echó de menos el mar
Si venció al frío y la sombra
Si consiguió el coraje de vivir desarmado
Si se permitió amar
Si comprendió el fuego en su pecho
Si encontró su espada y sus huesos

o si encontró su pálido cadáver
flotando en un lecho de loto
descansando
soñando
diciendo
que está tranquilo
ahora que no tiene hogar. 

sábado, 22 de enero de 2022

Temperance

Hay un ángel sentado en mi cama
con la cara sucia
las alas rotas
el vestido rasgado
las manos de plata

Recoge la seda gris que atraviesa
las persianas al llegar la mañana
y teje una sábana de luz fría
que va llenando este túmulo
en silencio
en calma

La tela recorre la habitación
como un tapiz de historias soñadas
con figuras de monstruos y damas
habitaciones abandonadas 
hojas melladas
enigmas
castigos
heridas
batallas

Me dice que no respire
que escuche estos latidos que se apagan
que ponga la mano en mi vientre
"¿Notas cómo da patadas?
Es la ira dormida
que va contigo a donde vayas
Porque esto es lo que eres
Porque eres guerra y nada más
Porque eres todo lo que matas
Y tus latidos se convierten en gritos
Y tu luz es agua helada"

La jaula de carne y odio
que soy
se acurruca bajo las mantas 
sin decir nada

Siente el vacío
con tanta fuerza
que le da vértigo
existir
más allá de esta cama

Y el ángel lo sabe y se acerca
y acaricia su cabello con dedos de plata

"Templanza es la Ciudad de Muertos
y allí viajarás para encontrarla"

La bestia se abraza a sí misma
y pregunta con voz cansada
¿La fe?
¿La vida?
¿La calma?
¿La memoria de esta historia
que me envuelve como tela de araña?

El ángel se acuesta a su lado
le coge la mano
y susurra

"Tu espada
Tu alma".

viernes, 21 de enero de 2022

Abismo

Con una cuerda
de penas trenzadas
baja al abismo
una última vez

Busca la puerta oculta
entre los escombros
y reza en silencio

Es la hora
de invocar al dragón 
y entregar tu corazón
para salvar una historia

Coge esta antorcha
y ten fe
en que la luz aguante
y las tinieblas duerman

Cubre tu rostro
con las cenizas del hogar
y ahuyenta a los monstruos
que todavía te recuerdan

Suelta la espada
y desnúdate en la oscuridad

Nadie te acompañará en este viaje
Nadie escuchará tus gritos
Nadie buscará tus huesos
Nadie cruzará este umbral

Este dolor es solo tuyo
Y los muertos lo guardan


Así está escrito en la montaña.