lunes, 26 de agosto de 2013

Deyja.

Están todos cubriendo el horizonte.
Sus armaduras, cubiertas de huesos y plumas negras, tiemblan con el viento.
Sus sonrisas están cubiertas de sangre. De odio.
Los dioses juegan a los dados con mi mente.

De rodillas, espero el golpe final.
Espero el momento en el que todos ellos corran hacia mí, con sus armas levantadas, y despedacen mi cuerpo con brutalidad. Con amor.
Espero mi muerte.

Los lobos lloran.
La lluvia cae con fuerza.
Suelto la espada, suelto el escudo.
El dragón cierra los ojos y se relame, afilando las uñas.
Me abro la armadura y me pongo en pie una vez más.

Es todo lo que puedo hacer, en la noche del cuervo.

sábado, 24 de agosto de 2013

Una vez más.

Esta noche no habrá luna.

Esta noche será eterna, será el infierno de lo oscuro.
No dejaré que las estrellas me observen, me internaré en la oscuridad.
No quiero carne humana, no quiero ojos.
Esta noche no habrá sangre, no habrá sonrisas.
Esta noche corro con los lobos como si nunca hubiese dejado de ser uno de ellos.

Esta noche daré la espalda a los dioses.
Daré la espalda a Cloto, y reprimiré mis ganas de apuñalarla.
Esta noche, Fenrir aullará lo más fuerte que pueda.
El Ragnarok comenzará en mi estómago,
esta noche es el principio del fin de los tiempos.

Esta noche dejaré el dinero sobre la mesita de noche.
Me follaré a Fortuna y me largaré del lugar, antes de que despierte.
Esta noche descarrilaré.

Esta noche no habrá luna.
Solo habrá una enorme explosión,
una terrible llamarada de partículas radioactivas que abrasará mi interior.
Esta noche habrá caos.

Pero cuando la noche acabe,
despertaré junto a mí otra vez.
E incrustaré el filo contra el colchón,
contra el espejo,
contra mi pecho.
Libraré otra encarnizada batalla contra mis ojos.
Pero no habrá victoria.

Las valkyrias golpean mi ventana, confundidas, sin saber si llevarme o no.
Guinaré un ojo para ellas,
pues no habrá Valhalla hoy.
Aún queda mucho que hacer.

lunes, 12 de agosto de 2013

Oración de la caja de Pandora.

Parece que no teníamos ni idea.
Creíamos saberlo todo,
todo sobre las personas,
el mundo,
mis noches,
tus gritos,
tus llantos,
mis grietas.
Creíamos saberlo todo,
todo sobre la muerte,
sobre la vida,
sobre las heridas,
sobre la mierda.
Pero no.
Parece que no teníamos ni idea.

No se trataba de salvar al de enfrente,
no se trataba de entrar en su mente,
de recibirlo en tu interior,
alquilarle la habitación,
al precio del dolor,
para siempre.

No se trataba de rescatar al mundo,
de salvarlo de las fauces de la muerte.
No se trataba ni siquiera de ser héroes,
ni villanos,
ni secundarios con suerte.

Tú creías que la clave era vivir con el pecho abierto.
Creías que esa era la manera de evitar todas las mentiras.

Yo creía que la clave era vivir huyendo, escapando del mundo.
Creía que esa era la manera de sobrevivir a una vida.

Pero se trataba de vivir con el pecho abierto,
pegados, abrazados,
cubriendo cada uno con su cuerpo
del otro la herida.

Se trataba de vivir huyendo,
de la mano,
sin mirar atrás.
Alimentándonos de una sonrisa.


domingo, 11 de agosto de 2013

One.

La noche antes de un largo viaje, siempre hace frío.
No importa si cierras o abres la ventana: el frío penetra en tus huesos y te hace arroparte bajo las mantas, pegar los brazos al cuerpo, cerrar los ojos para concentrar el calor.
Vuelves a los 5 años.
Vuelves al terror nocturno.
Vuelves a la soledad.

La soledad.
¿Volver a ella?
¿Cuándo la has abandonado?
Es tu puta preferida, y tú su mejor cliente. Nunca va a dejarte marchar, al fin y al cabo todos estamos durmiendo con ella cuando llega la muerte. Ella es así de ambiciosa.



Soy un mendigo. 
Soy un niño revoltoso y abandonado, que camina por las calles sin más carga que sus fantasmas y una botella de ron. 
Pero hago lo que puedo, ¿no? No soy doblegado, no tengo correa, nadie me ha atrapado.
Soy libre como un perro sin chip.
Vago, solo vago por donde puedo y por donde no puedo.
Camino sin rumbo, y si no tengo permiso para hacerlo, mejor.
No me gusta pedir permiso, no me gusta pedir perdón.
Nunca he jugado a su juego, nunca he sido otra pieza, otro peón.
No.

Pero, ¿de qué me sirve?
En el núcleo de la soledad más absoluta, solo tengo un billete hacia la suerte.
Siempre estuve jodido, maldito. Nunca me salieron bien mis planes, así que vivo al día.
El as de picas.
La carta de la muerte.
Me juego la vida en causas perdidas, me juego mi causa en una vida perdida.
Me juego el alma, y la pierdo mil veces. Y la perderé otras mil.

No sé a donde voy.
No sé de donde vengo.
No sé si este mi sitio,
no sé siquiera si tengo hogar.
Solo sé que estoy hecho pedazos, desde que tengo uso de razón,
y sigo buscando las piezas de este rompecabezas que lleva mi nombre.
Me odio cuando debería quererme,
me quiero cuando debería odiarme.
Soy la veleta del infierno,
el caso perdido.



Y la pregunta no es si tengo remedio, la pregunta ni siquiera es si seguiré alimentándome de rechazo.
La pregunta es si quieres pasar la noche aquí, dentro de mí.
Así que responde, quédate conmigo, hace frío y es tarde.
Ven aquí y cierra los ojos, entre mis brazos.
Quédate conmigo y busca.
Cuatro manos son más que dos.
Y encuentran muchos más pedazos.

jueves, 8 de agosto de 2013

Cloto.

Toda mi vida he bailado con los muertos.
He bajado a mi infierno mil y una veces a buscar razones, a buscar motivos y explicaciones a mis heridas. Lo triste de que un niño de 7 años ya siente que no encaja en ninguna parte no es que no encaje, sino que nadie le explique el por qué. El océano de la incertidumbre es lo que mata las sonrisas cuando se tiene el potencial de sacarlas.


He entrado en el inframundo por condena propia, con los gritos y los reproches taladrando mis oídos desde el origen de los tiempos. He vivido en el Hades, para sentir el calor en las noches más frías. Y allí no he podido hacer otra cosa que matar el tiempo. He empujado la roca una y otra vez. He bebido del Estigia. Me he sentido impotente, pequeño, roto, vacío entre los cadáveres. Incluso sabiendo que solo eran cadáveres, mi cuerpo no era mejor que el suyo, aun vivo. Me he sentido patético frente a sacos de huesos, cubiertos de mierda y moscas, que me miraban con recelo y con burla desde sus cuencas vacías.


Logré como pude salir del Naraka. Salí como pude de mi propia oscuridad. He huido a golpe de puño y a grito de guerra. Ninguna mano logró encerrarme entre los esqueletos, ningún ser pudo encarcelarme en la oscuridad. Con las prisas dejé pedazos de mi... habrá que regresar a buscarlos, poco a poco y con tiempo. Pero he logrado salir. Mi alma ya no le pertenece al Demonio de las Tres Notas. Mi alma ya no está enjaulada.


Mi premio ha sido conocer el hogar que nunca tuve. La incertidumbre se burla de mi, haciéndome preguntar cómo puede echarse de menos lo que jamás has tenido.


He conocido mi mundo, y no pertenezco a él.
He conocido un refugio demasiado puro incluso para un ser como yo.
He encontrado un lugar tan virgen de humanidad, que con mi sola presencia me daba la sensación de estar mancillándolo.




Cloto, qué he hecho para que me hagas sufrir la peor de las condenas. Tejiendo este infierno, esta hebra de la vida que no encaja en ninguna prenda, esta hebra que no va pareja con ninguna otra, esta hebra sola y deshilachada, sucia, semirrota, que nunca termina de romperse.


Pero yo también sé tejer, engendro.
Y tejeré mi propia historia.
Del color que elija, flexible.
Válida.
Útil.


Mañana será otro día.
Otro día en el infierno.
Pero al menos sé que Átropos se ha tomado el día libre.


Siempre hay tiempo de levantarse,
y siempre aparece una razón.












"Si nada nos salva de la muerte, que al menos el amor nos salve de la vida".

Sisyphus.

Cuando has conocido la libertad, es difícil entrar voluntariamente entre los barrotes.

Has sido capitán de un navío muerto, líder de traidores, jefe de villanos. Tu espalda ha recibido tantas puñaladas que apenas puedes distinguir las marcas de la piel virgen.
El callo que muestran tus manos no es fruto del trabajo duro, es fruto de la muerte.
Fruto de la espada, de la pistola, de la botella.
Tienes más ron que sangre en las venas y si pudieses nunca pararías dos veces en el mismo puerto, nunca la misma puta, nunca la misma pelea, nunca la misma taberna, nunca el mismo callejón. Huirías del mundo y de ti mismo.
Has surcado los mares más negros, más profundos, más oscuros. Los monstruos marinos más horribles que se puedan imaginar han rozado tus pies, con sus viscosos lomos.
Sus sombras han pasado bajo tu cuerpo como cuando la noche cae sobre nuestras cabezas.
Has sobrevivido al Kraken, has sobrevivido a la muerte.

Has sido guerrero entre guerreros.
Has atravesado las altas montañas, has regado con la sangre del enemigo las laderas y has formado cascadas con las lágrimas de los que lo merecían. Te has levantado una y otra vez del campo de batalla. Nunca has dejado que te dobleguen, nunca agachaste la cabeza ante los dioses. Nunca pediste perdón, nunca pediste permiso. Nunca fuiste el esclavo de nadie.

Que se jodan los dioses.
Que se joda el destino.
Que se joda la corriente.
Que se jodan los vientos.
Que se jodan las mareas.
Que se joda el cosmos.

Levántate, hijo de puta.
Nunca nadie debería tumbarse.
Carga con tu escudo,
agarra con fuerza la botella,
nunca aflojes la mano de la espada.
Corre.
Corre hasta que el mundo no pueda darte alcance.
Llega hasta el fin del mundo.
Y sigue corriendo.







Es hora de levar anclas...
pero nunca terminas de hacerlo:
aunque la tormenta destruya todo lo que creaste,
siempre hay alguien a quien salvar de este puerto.

jueves, 1 de agosto de 2013

Cállate.

Camino sin rumbo.
Ni siquiera le pongo voluntad a mis pasos, arrastro mis pies de plomo. Pero no dejo huella sobre el asfalto: el mundo no quiere recordarme.
Me siento en el banco más alejado de la calle, ese del rincón. El del olvido.

Antes de sentarme, coloco bien las cadenas del pantalón: no quiero quedarme enganchado. No quiero encadenarme, como tantas otras veces. Esos momentos en los que vas a levantarte para marcharte y no puedes, porque las cadenas tiran de ti. Esta vez no.

Mis ojos observan todo a su paso, analizan cada movimiento de la calle tras las pantallas oscuras de mis gafas de sol. No sé si mis ojos están cansados, o tristes, o abandonados. Tampoco me importa. Supongo que lo importante es que están abiertos. Y puede ver.

Venga ya... ¿así va a ser todo? ¿Esto es el ciclo?
Una y otra vez, ser el antihéroe patético.
Perder el honor una vez tras otra.
Estoy condenado a ser Yukio Mishima, a que los cortes nunca sean limpios.
A viajar al mundo de los muertos encadenado a la vergüenza.
Es el último réquiem por mis sueños.
Es mi brazo amputado el que habla.
Y dice que no soy bueno, que no soy digno.
Que no valgo nada.

Pero...¿y qué si esto es todo? Vivo, respiro.
No hay barrotes.
Vuelo.
¿Bajo, rozando los edificios y siempre al borde de la muerte?
Quizá.
Pero vuelo.
No necesito brazo, ni siquiera necesito piernas.
Me arrastraré con los dientes si es necesario.


Sé lo que ocurrirá en las próximas horas. Acabo de comprar un billete en primera fila para asistir al lanzamiento de la bomba atómica. El Devorador de Mundos vendrá a mí y se comerá mi sombra lentamente.
Mis cadenas comenzarán a masticarse entre sí, acercándose lentamente a mi corazón. Es cuestión de tiempo que el horror empiece a comerse mis pies. ¿Y correr? ¿Hacia donde? 
No importará. 
Solo podré bucear.
Es la erótica del Doppelgänger.
El morbo de la autoaniquilación inconsciente.

Sabemos lo que es una nórdica.
Sabemos lo que es un tubo catódico.
Sabemos lo que es un proxy.
Sabemos la cantidad de calorías de un alimento.
Sabemos que necesitamos dormir una media de 8 horas para estar activos física y mentalmente.
Sabemos que estamos a 384.400 km de la Luna.

Pero no tenemos ni puta idea de cómo enfrentarnos a nosotros mismos.





Pero tiene que haber una salida a este laberinto.
Tiene que haber una manera de reconstruir este interior.
De reparar esta espalda, destrozada y mutilada tras tantas Águilas de Sangre.
De coser este estómago, tras tantos seppukus.

Tiene que haber luz al final de este túnel.

Rompe los barrotes, James.

Límpiate la sangre, Lobo.

Levántate y sécate las lágrimas, Langdon.

No sueltes las botellas, Zdena.

Sigue caminando, Blackhill.

Suelta la pistola, Adam.

Agarra con fuerza la espada, Wander.

Cállate, Chain.






Respira, Jack.
Respira...y no sueltes el aire.




















"Creo que puedo. Sé que puedo".
Kurt D. Cobain