jueves, 30 de noviembre de 2023

Fábula (I)

Un río.

Una piedra.

Un pez.


La piedra aplasta el pez.

El río, muerto, lleva el pez.

El pez, en el río y en la piedra.

El pez deja,

por una vez,

de ser un pez.


El río, vivo, lleva al pez.

La piedra cae al fondo,

pierde su propósito,

permanece en el olvido,

se desgasta,

se convierte

en arena.

Deja de ser una piedra.


Y un día,

el pez,

besa a la piedra.

Le susurra:

"Tuyo es

todo lo que es mío".

La piedra y el pez.

Y el río deja

de ser río.

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Agua

Desperté

y vi una nota suspendida 

en el techo de la habitación.


Cafeína,
acordes rotos,
humo y sueño,
frío.


Todo 

lo que siempre quise ser
de niño

era ser libre.

viernes, 19 de mayo de 2023

Parches. Vendas. Cables.

 Parches. Vendas. Cables.


A veces, siento que corro de mi propia sombra. Hay un camino de lodo, que serpentea entre montañas de basura, donde mis pies se hunden sobre los charcos y las huellas revelan el camino en dirección contraria. A lo mejor no importa de dónde vienes, si no hay ningún sitio al que puedas ir.


Parches. Vendas. Cables.


Puedes romper algo todas las veces que quieras. ¿Cuántas veces puedes pegar los trozos de un jarrón para dejar de ser el mismo jarrón? ¿Cuántos huesos puede perder un cuerpo hasta que deje de ser un cuerpo? Las grietas se abren, y el universo se derrama entre los agujeros. Los años empapan la carne, los golpes tiñen las venas, las horas se disuelven lentamente en el café. No soy yo porque estoy en mí. Sueño y, aún así, lo estoy. Y esa amalgama de carne y sueños rotos se va deshaciendo mientras corre sobre el lodo, mientras las moscas y el hedor de los años muertos tratan de sujetarlo para que nunca abandone el desguace. La cámara se aleja, el yo trata de escapar como un pulpo en una botella. Las tripas abandonan el barco. Las manos fallan. Los dedos se agrietan. Y el grito se expande entre las costillas, lentamente, aferrándose al sueño del estallido.

Y al otro lado del grito, el desierto de promesas, los horizontes torcidos, las cascadas de sudor y sangre, los músculos ajados y la mirada borrosa, un teléfono que nadie coge, una llamada vacía, una respiración ahogada y un corazón que suplica explotar.


Parches. Vendas. Cables.


No sé qué soy.

domingo, 14 de mayo de 2023

Ácido

Deja que te consuma.

El grito de los azulejos,

la luz azul que cubre las salidas,

los ojos que brotan de la pista de baile,

el desierto de carne y saliva que se extiende

más allá de tus manos.


Deja que te consuma

la nota distorsionada,

el café frío y el reloj parado,

el futuro muerto,

las calles retorcidas

que se cruzan dentro

del costillar de la ballena.


Deja que te consuma

el miedo a no ser nadie,

el pánico a ser alguien,

el odio,

la vida,

el sudor de unas piernas

que corren hacia el abismo

de tu reflejo.


Deja que te consuma

lo que eres,

lo que fuiste,

y lo que nunca llegarás a ser.


Deja que te consuma

todo aquello

que buscas,

todo aquello

de lo que estás en contra.


Deja que te consuma

la selva,

la muerte,

la estrella,


y en el ácido

encontraremos

una nueva forma.

martes, 25 de abril de 2023

5 minutos

 "5 minutes til the rest of your life, cowboy".

Crecimos buscando conchas en la arena. Cáscaras muertas enterradas en la grava. Trozos de nácar, espuma, sal, combustible de barco. Buscábamos una salida en aquel horizonte mal sintonizado.

Un trozo de nosotros se quedó allí, entre las redes y los cristales del puerto. Hace falta estar hecho de una pasta especialmente idiota para soportar golpes y miradas tensas, escupir la sangre sobre el asfalto y volver a levantarse con el olor del pescado rancio, pero nos lo habían prometido. Íbamos a vivir en la luna, a derrotar fantasmas con partituras, a masticar el mundo cada noche y a escupirlo al salir el sol. Hijos del desastre, propietarios de nada, responsables de todo.

La obra no había empezado, y ya sabíamos el desenlace. El futuro se retorcía en el fondo de las botellas, las ilusiones dormían arrugadas en los bolsillos, las canciones se derramaban despacio por las paredes de los baños, rodeando firmas de rotulador. Todas aquellas palabras que decían "Estoy aquí, mírame, golpéame", ahora son solo borrones difusos que envejecen como historias contadas a medias. Naide nos enseñó a estar enfermos.

No hay reyes ni astronautas. Hay cuerpos en venta, espaldas rotas y cuentas bancarias inundadas de sudor sin sentido. Hay carreteras cortadas en seco frente a un desierto, zapatillas que arden en plena carrera, respiraciones entrecortadas al borde del abismo. Hay niños ahogados en puertos deportivos y cuerpos colgando de los árboles, cabezas decapitadas sobre las vías del tren. Hay jeringuillas en parques infantiles, gramos en bancos, condones rotos en lo alto de la colina. Hay montañas de escombros sobre patios de butacas. Hay ojos que hablan y bocas que miran, besos húmedos en portales cerrados y conversaciones apagados por el rumor de las olas. Hay caminos vacíos y líneas de teléfono muertas, cicatrices que no curan y huesos que pesan, arrastrándose por la arena, buscando una duna en la que enterrar todo lo que no se dice pero que está. Como nosotros.

Golpeas una y otra vez la misma lona, quemas una y otra vez los mismos nudillos, dejas caer las mismas gotas sobre la moqueta, y te abandonas a la fiebre mientras la ciudad sigue ahí fuera. Respira el monstruo en su caverna de cemento y te deja tirado en el desierto, donde las piedras juzgan con ojos fríos. ¿Quién eres tú? ¿Qué tienes para mí? Todo lo vivo devora cosas muertas: no importa qué sabes, sino a qué sabes. Te masticarán, tarde o temprano.

No hay soluciones a ninguna de las ecuaciones que cubren el cielo gris de este sitio, y tampoco hay salidas en ningún punto del mapa. Ni aquí ni allí, ni este lugar ni en el siguiente. La respuesta no es el ancla ni el martillo.

No hay conchas en la arena, no hay cristales en el puerto.

Golpes, sonrisas picadas, los brazos en alto.

"Gimme 5 minutes of hell. You understand me, son? Gimme 5 minutes of hell".

Cerrone se levantó de la esquina.

viernes, 7 de abril de 2023

Vivir gritando

 Quiero vivir gritando

empujando el cielo desde el suelo

sentarme con la luna entre las manos

y contemplar el fin de las formas.


He aprendido a correr

no para alejarme

sino zambullirme

en un mar de voces y cuerpos

fríos

y calientes

como el agua en invierno


lamer los sueños

que sobrevuelan el techo de esta extraña habitación


A veces busco las cadenas y recuerdo

que ya no hay cadenas ni muertos

No hay pasillos oscuros

ni colores rotos

No hay prisiones de polvo

ni fronteras de mármol,

hay un pozo de vida

que se desborda con cada pensamiento


Quiero vivir gritando

y abrir los brazos al viento

Parar el sol con el pecho,

sentir que estoy perdido,

decir que no.


Quiero sujetar el tiempo,

morir bailando,

dejar que el disco gire y gire,

vivir gritando contigo.

jueves, 23 de marzo de 2023

La distancia

¿Sabes quién era el mejor de todos los tiempos?

Tengo los bolsillos llenos de historias en blanco y negro. Historias de nudillos rotos y narices sin hueso, los golpes sobre la lona, el beat de la carne contra el objetivo, las trompetas lentas al fondo de una calle gris, por la que revolotean los papeles de periódico y los sueños de los viejos.

Caminar de nuevo, decía.

Parece como si entraras por la puerta, parpadeando una visita, erguido sobre el crujido de la madera del piso con cada paso de bastón. Eterna mueca de sonrisa, manos grandes, de las que sueltan a volar los sueños en el callejón. Historias en blanco y negro. De nudillos y narices sin hueso.

Nunca me ha gustado tu colina. Aire de ruina industrial, agujeros en la ladera, cubículo de cemento y pintura desgastada. El viento mueve las flores que nunca se movieron en vida, y el ruido del mar llega lejano, al fondo de un acantilado de recuerdos. Mierda. ¿Cuántos años han pasado?

Creo que nunca me había dado cuenta de que te escuchaba. Al otro lado de una pared invisible, distraído por el hervir de la sangre en la primavera, escuchaba. Enmarañado en cuerdas de cobre, noches de bafles y hueveras cubiertas de spray. Debí ir más, lo sé. Pero te escuchaba.

¿Sabes quién era el mejor de todos los tiempos?

No entendía tu mundo. Ni los gritos ni las repeticiones, ni el estallido, el atardecer del aliento después de huir de los demonios. No entendía el culto a un dios de tartán ni la tortura, ni el cortar el viento con la cara para separar este mundo del siguiente, del que llega cuando cruzas la distancia. Going the distance. Supongo que todo es un ciclo.

Es gracioso que mi caleidoscopio sea tan nítido cuando se trata de tus historias, y tan borroso cuando se trata de las mías. Debí ir más. Pero te escuchaba.

A veces paseo por callejones grises, con trompetas lentas en el fondo de mis oídos, y veo pasar los papeles de periódico como palomas del Nuevo Mundo, como vestigios de un campo muerto y quemado, ahogado por el humo del estrés y la producción. La ciudad como cementerio del mundo.

A veces paseo por callejones grises y recuerdo una y otra vez la misma conversación.

Y no solo no entendía tu mundo: tampoco entendía el furor por una guardia torpe, un mal juego de pies, un avance rápido y descoordinado, un puñetazo predecible. He tardado muchos años en entenderlo.

Imbatible, supongo. Todos los recuerdos se van borrando, y tú te quedas. Y no creo en nada más que cruce el umbral de los que respiran, pero tengo tu recuerdo. Es una buena compañía.

¿Sabes quién era el mejor de todos los tiempos?

"Imbatible", decías.

Y a veces, ninguno de los dos estamos muertos.


lunes, 6 de febrero de 2023

Lunas de plomo

Sueña con lunas de plomo
que caen del cielo con la alborada,
se refleja su mirada en una navaja de escarcha
contra la que se arroja al llegar
cada mañana de plata

Niño de fuego
baila
mata

sal del río
en el que limpias la sangre
de otros que no quisieron
recoger los platos
de esta casa abandonada

El perro sin techo
canta
al llegar la madrugada
y se pierde su eco entre las calles
de una mentira 
cien veces contada.

viernes, 13 de enero de 2023

Zurawie

Rodeado de humo y miseria,

elige la canción que quiere escuchar

cuando muera.


Silenciosas,

como las alas de un ángel en llamas,

gritan del teclado las teclas

al resonar en el vacío.


Y doblan las campanas

como tantas otras veces

en tantos otros lugares

bajo la misma luz azul.


Y flotan los recuerdos

en el aire de la habitación,

cargado de sueño y odio,

de gritos en extraños idiomas

rasgando cielos oscuros

con tambores de guerra.


La música se va,

la vida con ella.

Y todo vuelve a empezar.

jueves, 5 de enero de 2023

Polen

 He pasado la vida durmiendo en catedrales vacías. Vidrieras con historias coloreadas con la opresión de otros, el eco de un Padre que no existe, losas cubriendo cadáveres olvidados, el lamento del agua vibrando en las pilas, un amor necrosado y convertido en reliquia.

Entre estaciones, he visto mi vida pasar a través de los cristales de un autobús aparcado, he escuchado las plegarias de los que no quieren ser olvidados, convertidas en oraciones de furia y silencio, el crujir de los viejos huesos transformados en cenilla de cigarrillo. Luces que no significan nada, canciones que no significan nada, momentos que no significan nada, pero que palpitan, que golpean, que arrastran hacia el centro del lago, que visten de pieles pálidas y manchas de carbón en las mejillas. He visto el fin de todos los mundos en el fondo de un cráneo, y he creído formar parte de todos ellos.


El olor del incienso en los callejones llenando la habitación, los recuerdos clavados en la encimera, los sueños clavados en la garganta, los dedos clavados en la mesa. La taquicardia que bendice el nuevo año, la sangre lenta, el suero que baila en el fondo de la memoria, alimentando memorias de tiempos vacíos. La música que se escapa, las notas que no se tocan, los hilos que no se tocan, pero que bailan cuando nadie los mira.


Cafeína o yo. Es la pregunta que brota en la noche cuando el cielo grita, con la voz muda y las imágenes iluminando la ciudad, como una película de los años sesenta.

Me siento hinchado como un cadáver en la orilla del río, comprimido como un pulpo embotellado, olvidado como el hambre. Tan lleno de vida que duele y blasfema, tan despierto que empuña sus propios huesos. Pero débil, como un niño colocado, como un milagro en el futuro. Que no alcanza, que no llega, a sujetar, sujetar, sujetar y sujetar la triste tira de sueños que revolotean en la noche frente a sus ojos.

Quiero vivir. Soñar el sueño de los insomnes, y volar lejos a donde no haya nadie y no esté solo, a donde los redobles nunca terminen y los platillos sigan vibrando, a donde no sepa si es de día o de noche, a donde la caída de un dios detuvo las constelaciones en plena noche escarlata.


He pasado la vida durmiendo en catedrales vacías. Y ahora, siento una casa. Una habitación. Una cama. 


Que soy, sin ser lo que nadie ha sido.

Que soy.

Que soy contigo.