viernes, 31 de diciembre de 2021

The Path

 Hoy me he desnudado frente al espejo

y he recorrido mi cuerpo con los dedos

intentando encontrar un camino que empiece

donde acaba esta herida.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Autochrome

Clac.

Carne viva en los nudillos, sangre en la nariz, un sabor barato en la boca. Hay algo ácido que trepa, clavado en el interior de mi tabique. No sé dónde estoy y tengo la nariz hinchada. Me gustaba esta camiseta, supongo. Ecos de zapatos en un pasillo que no va a ninguna parte y voces amortiguadas al otro lado de las paredes. Son las 2 de la mañana (¿lo son?). Dicen que si quiero llamar a alguien (¿quiero?).

Clac.

Tierra en los pantalones, sudor en la espalda. Está a punto de llover, pero no importa. Se está bien aquí. Aquí no hay nadie, no hay nada. Aquí no soy nadie, no soy nada. El humo me rodea las manos durante unos segundos y el aire se lo lleva, como si no hubiera pasado nada.

Clac.

Tos. Jadeos. No reconozco este sitio. No importa. Mañana tendrás tiempo de preguntártelo. Buenas noches. ¿Quién eres?

Clac.

Dame otro papel.

Clac.

Sangre y yeso.

Clac.

Vodka y luz ultravioleta.

Clac.

¿Qué soy? ¿Quién soy? ¿Por qué no puedo parar? ¿Por qué esta velocidad que arrasa con todo, la sensación de que si me detengo un solo instante el tren saldrá despedido y arrollará a todos aquellos que están dentro? ¿Por qué esta mente saturada de estática, incapaz de sintonizarse, de encontrar un ruido blanco que apague todos los demás ruidos? La necesidad de destrozarlo todo.

Clac.

Arena en los pantalones, sudor en la espalda. Ha empezado a llover, pero no importa. Se está bien aquí. Aquí no había nadie, no había nada. Aquí no era nadie, no era nada. El humo me rodeaba las manos durante unos segundos y el aire se lo llevaba, como si no hubiera pasado nada. Un destello rojo atraviesa el rabillo de mi ojo.

Clac.

No quedan diapositivas. Y sin embargo, la máquina sigue funcionando.

No distingo entre sueños y recuerdos

y mi mente sigue suspendida entre notas distorsionadas.


No quedan espejos.

Solo quedan estas manos rotas

incapaces de conservar nada.

Both

Que yo no soy yo,

si tú no eres tú.


No encuentro tu silueta en las sábanas,

no encuentro tu sombra en mis pasillos,

no encuentro tu voz en mis ecos,

no encuentro tu vapor en mis espejos.


Ya no encuentro las costuras de este pecho,

ni los agujeros de los clavos,

ni los pliegues por dónde solía cerrar.

Ni las cadenas,

ni las sogas,

ni las losas.

No me encuentro.


Que yo no soy yo 

si tú no eres tú.


Paso las horas recordando tu sonrisa

porque la mía se borra si no piensas en ella.

Paso las horas recordando tu tacto

porque mi piel se escarcha con cada hora de este invierno.


Que yo no soy yo

si tú no eres tú,

y tú quieres ser más que nunca,

y yo quiero ser más de lo que nunca he sido.


Dame la mano

y seamos juntos,

de mil maneras,

pero juntos,

para ser más que nunca,

para ser más de lo que nunca hemos sido.


Porque si tú no eres tú,

yo no quiero ser yo,

y todo deja de tener sentido.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Legado

 Debería haber venido más veces


solo para ver en primera persona


aquellas cosas que tengo pegadas a la piel


y que cuanto más intento arrancarme


más extiendo a mi alrededor.



Ciclo circadiano

Existe un pequeño espacio, entre el sueño y el despertar, en el que puedes contemplar el escenario del mundo tal y como es.

Al llegar la mañana, la luz comienza a cubrir tus párpados como la marea que sube despacio tras una noche de tormenta. Las retinas se contraen bajo la piel, retroceden a su caparazón, y los impulsos eléctricos viajan frenéticamente a través de la vieja mina, levantando polvo y telarañas a su paso en un silencioso silbido, deslizándose por cientos de vías distintas hacia el corazón de la montaña.

En esa bóveda de hueso y arterias, oscura como una iglesia perdida en las entrañas de la selva, duerme el monstruo. El cerebro aguarda paciente las diminutas chispas que comienzan a rodearlo, los susurros que se cuelan entre sus pliegues, las promesas de un nuevo día que inconscientemente se derraman a través de cada una de las heridas. Y la sinfonía comienza.

Al abrir los ojos, tu mente aún no encuentra conexión entre lo que ve, lo que siente, lo que piensa. El universo son pedazos de una realidad diseccionada, completamente separada e inconexa, como las piezas de un mosaico incompleto. El mundo se revela tal y como es. Sin colores. Sin olores. Sin dolor. Todo es tal y como debería ser la primera vez.

Y durante esos segundos de irrealidad, los sentidos se difuminan y se confunden. Viajan a través del espacio y el tiempo en lo que dura un microsegundo, te llevan de la mano a cruzar océanos de sueños y de palabras sin darte cuenta. Cada centímetro de tu piel existe en mil mundos distintos y cada gota de sangre de tu cuerpo se aloja en otro cuerpo y cada sueño en otro sueño.

Es ese espacio, entre el sueño y el despertar, en el que la lluvia todavía no ha empezado a caer, en el que los recuerdos no existen, en el que el dolor no existe, en el que tú no existes.

Y en ese espacio, todas las mañanas, durante lo que dura el viaje de un impulso eléctrico de mis retinas a mi cerebro, yo soy tú, y mis manos son tus manos, y mi cuerpo es tu cuerpo, y puedo sentir el latido de las sábanas calientes como pan recién hecho. Y en ese impulso veo tu ventana, y no mi ventana, y siento tu respiración y no mi respiración, y saboreo tus labios y no mis labios.

En ese espacio, que solo dura lo que dura una chispa en la inmensidad del universo, veo el escenario del mundo. Y mi escenario eres tú.

martes, 28 de diciembre de 2021

Godot

Déjame abrir la puerta,


para que dejar que entre

la luz gris de esta mañana

en tu vieja catedral,

estos cien hilos de plata

atravesando las galerías.


Déjame abrir la puerta,

acariciar las veintinueve vidrieras

que colorean los suelos de los muertos.

Deja pasar las hiedras,

y las flores,

las tormentas

y los truenos,

deja que venga el diluvio.



Va a subir la marea

y se lo va a llevar todo.



Abrázame fuerte

para encontrarnos en la orilla.



Addictus

Pasan las horas

en esta prisión:

la de dentro

y la de fuera.



Hay una morgue

en mi costillar,

cuyos suelos brillan

con el rocío del benceno

y los recuerdos rotos.

Cuando tengo frío,

bajo allí

y me abrazo a los muertos,

porque ellos tampoco tienen

nada que decir.

Tan solo existen,

entre un sitio y el otro,

con las venas anegadas de químicos

y el cerebro apagado.

Los corazones que no laten

duelen menos.


En el espejo,

unos ojos pintados en sangre

se ríen de mí.

Alguien grita 

que desde que tú no estás 

en este rincón,

ya no se atreve a pasar 

la luz del sol.

El polvo se acumula en las almohadas.

El frío se introduce en los agujeros.

La sangre se seca para siempre.

Nada entra y nada sale.

Esta habitación

es una extensión de mi cuerpo.



En la noche más oscura,

me duermo mirando al este,

esperando un alba que no llega.

He bajado a tu pesadilla

para encontrarte otra vez;

he sentido el hambre en los huesos,

y lo he saciado con veneno.

He bajado a mi pesadilla,

para encontrarme otra vez;

he sentido el odio en los huesos,

y lo he saciado con recuerdos.




Si me quedo en silencio,

cuando amaina el viento,

a lo lejos,

creo escuchar nuestra canción.

lunes, 27 de diciembre de 2021

Slide

Creo

encontrar

mi forma de nuevo

entre pastillas de jabón

y bolsas de grasa,

y entre dos notas distorsionadas

mi mente cuelga de una duda.




Sueño

con lirios

que florecen

en cada herida

en la que metió los dedos

para encontrar respuesta a su pregunta.





...


me pregunto cuánto tiempo

he dormido.

domingo, 26 de diciembre de 2021

Saudades

Ya no hay lobos 

bajo la ventana.

Oigo su aullido

más allá de este cielo

sintonizado en un canal muerto.

Sus voces se diluyen en el tiempo

al otro lado de la bóveda verde

 que corona esta sepultura blanca,

donde arriba es abajo,

y ayer será mañana,

donde el aire frío 

se cuela 

por los huecos

que dejaron tus dedos 

al alba.



¿Por qué lloran?

¿No saben que Dios se ha marchado

con sus juguetes de plástico,

a buscar piezas viejas

que encajen con estas entrañas?


Me dejó solo

un corazón de benzopireno

y unas manos de plata:

cada latido es un cáncer

que se extiende y me abraza,

cada caricia

te entierra más y más

bajo esta capa de escarcha.



Tropiezo 

con las copas

y sus terrazas,

y sus bares,

y sus nombres 

me hablan,

y en el fondo del vaso,

el reflejo de un yo inerte:

ojos vacíos

que olvidaron su verde,

piel pálida

que se estremece sobre la cama,

labios fríos,

tras un viejo pañuelo de lana.


Ya no hay lobos bajo la ventana.

Se marcharon 

al otro lado del mundo,

y su canción ya no late

entre estos huesos.

Quizá

nunca existieron

y todavía queda esperanza

de que yo no haya muerto

esta mañana

 y solo sueñe despierto

que encuentro 

tu mirada 

en mi cama.


Ya no hay lobos bajo la ventana,

ni tórtolas

que me despierten al alba.


Cierro los ojos

y mi cadáver se duerme,

buscando un calor

que se apaga.

sábado, 25 de diciembre de 2021

Rituales de medianoche

Esa sensación


que se esconde 


entre el horror


y la paz.

viernes, 24 de diciembre de 2021

Supernova Blues

 Y despierta en el asiento de atrás,

sin más ropa sobre la piel que el sudor frío

y el rocío del vodka.

Las gotas laten sobre su pecho,

despacio,

como rostros difuminados,

vibrando con el eco metálico al fondo del 

radiocasette,

el beat, beat, beat,

el back, back, back,

las olas y los surcos de un vinilo rayado,

el fin de una era,

infinitos giros de guión rasgando cuerdas,

las miradas a través del museo,

el Sí, el La, el Sol, el Mi,

la cera derretida, el fuego

que se apaga,

el himno de una muerte 

que retumba

en una tumba 

abierta

que cree 

ser una cama,

el trueno de ondas distorsionadas

que destrozan una cabeza 

que ya no piensa,

que solo sueña,

que sueña triste

que sueña en calma.


El cigarro se consume entre los dedos

que ya no son suyos,

que ya solo hablan una lengua antigua, 

formada por caricias,

lejana y extinta.

Entre los labios forzados a componer el 

himno

a la noche infinita;

entre las manos obligadas a recordar cómo

levantar paredes,

tallar efigies,

grabar recuerdos,

para no olvidar quién es,

qué es,

quién fue,

cómo ser, 

quién soy.


¿Dónde estoy?,

pregunta,

y el silencio responde.


Los recuerdos caen

como pétalos de rosa frío,

el dolor fantasma trepa

como raíces de color de plata.


Una radio se apaga.

Un motor se ahoga.

Unas ruedas se callan.

Y entre el humo y la duda,

comienza.


A través de las ventanillas,

el mundo se consume en un estallido

de estrellas.

La caótica sinfonía de la nulidad existencial,

los colores de la soledad forzada,

la llegada del Pálido,

del Cráneo Verde,

y lo que mora mas allá,

el viento cósmico que cruza este yermo,

el lamento de la hija del flautista,

el recuerdo del niño perdido,

la Supernova,

el origen del fin

y el fin

de todos 

los orígenes.


Se reclina sobre el asiento y exhala 

un último suspiro,

contemplando dunas de amor y odio,

riberas de calcio negro,

el bezoar de dudas que se aloja

en sus maltrechas tripas.

Contempla la nebulosa de pensamientos

que se extiende más allá de la música,

que ya solo puede mirar en la oscuridad

mientras su piel se desvanece

en las fotografías que nunca tomó.


Y mientras el polvo cubre sus ojos,

la lluvia inunda el valle

Y el frío abraza sus pulmones,

entona una canción.


Si pudiese 

acariciar tus olas una vez más,

respirar a través de tus sueños una vez más,

yacer bocarriba en tu ribera,

mientras la sangre se diluye en el agua,

una vez más.


Si pudiese ser lo que quieres.

Si pudiese,

si pudiese,

volvería a empezar de nuevo.

Lejos de este coche,

de este desierto lunar,

de las notas infernales,

del dolor,

del laberinto de soles muertos.


Déjame volver a buscarte en mis sueños.

Déjame matar la sombra.

Déjate volver a la luz.

Déjame.

Déjame.




No me olvides.



miércoles, 22 de diciembre de 2021

Saint-Säens

Sigo sentado al fondo,
en la iglesia más pequeña de la colina,
donde los sueños se escarchan
y los cuerpos se desvanecen
como en una vieja fotografía.

Afuera, en un cielo nocturno
que nunca acaba,
llueven estrellas blancas
y pedazos de mundos olvidados,
más allá del parpadeo de un dios ciego
que olvida mi nombre
cuando más lo necesito.

El martillo de Mahler
se prepara para el estallido,
para atravesar esta sinfonía sin principio
ni fin,
sin más oportunidad que la de esperar su turno.

Morirme sin matarme
sería el punto final de la obra;
convertirse en un suspiro
y no un lamento,
en un recuerdo
y no un tormento.
Convertirse en viento
y volar por encima de puertas selladas
y ventanas maltrechas,
convertirse en la luz fría del sol de la mañana,
y no en un fluorescente barato
que tartamudea,
sin boca para saber qué decir,
sin manos para pulsar el interruptor,
sin saber cómo apagarse
por fin.

Sigo sentado al fondo,
en la iglesia más pequeña de la colina,
sumergido en un sueño de piezas que no encajan,
en un coche sin destino ni brújula,
sin gasolina,
sin un adiós en los labios
ni una caricia en la mañana.

Una bola de espejos gira
en la oscuridad de un salón vacío
y las luces,
que ya no son luces,
recorren unas paredes,
que ya no son paredes,
conteniendo un cuerpo,
que ya no es un cuerpo.

Sigo sentado al fondo,
en la iglesia más pequeña de la colina,
donde los sueños se escarchan
y los cuerpos se desvanecen
como en una vieja fotografía.

martes, 21 de diciembre de 2021

Peldaños

 Es la historia de una vida que es,

ha sido

y será.


Suenan los tambores,

los peldaños crecen.

El cristal brilla cada vez más,

el sol de una mañana muerta

se filtra a través del polvo,

nace,

respira

y descansa.


Los pétalos descienden sobre un abismo

que ha olvidado su propio fondo,

cayendo a un vacío que quizá nunca existió.


Dejan de sonar los tambores.

El dios despierta.

La música se apaga al otro lado del mundo,

bajo las luces y el etanol,

bajo la esperanza de que todo aquello que duele

desaparecerá mirando hacia otro lado.


Los peldaños se desvanecen durante la subida,

sin oportunidad de vislumbrar la cima.

El mundo de Mana se desvanece con un susurro.


Los tambores se apagan,

los maullidos anuncian el alba.


Pudo ser,

supongo.

miércoles, 16 de junio de 2021

404

Trazo la línea de salida en la ventana

porque no encuentro la puerta

de este infierno

en el que no recuerdo haber entrado


No sabía que el verano

pudiese ser tan frío


y en este pecho

ya no late una canción.


/

martes, 15 de junio de 2021

Tormenta

A veces, siento que me deslizo por una tubería húmeda,

sin nada a lo que agarrarme,

sin nadie a quien pedir ayuda.

Noto cómo mis manos se deshacen en sangre mientras bajo,

el aire se convierte en una mano que asfixia,

y la oscuridad me envuelve como el mar

durante una noche de verano:

negro, cálido, cruel.


A veces, siento que nada de lo que he hecho merece la pena.

Que cada paso ha sido en la dirección contraria,

que me quedé sin gasolina antes de empezar la carrera

y que ya no hay nadie más en la autopista.

Que quien está, está por tristeza,

por la dolorosa inercia de un mundo constante

y la terrorífica pregunta de todas sus variables.

Que ya no queda nada de mí,

debajo de todos los adornos,

debajo de todas las letras.


A veces, siento que no soy nadie.

Que ya no importa,

ni importo, ni han importado

todas esas cosas

que siguen doliendo

cuando se apaga la luz.



Y otras veces, hay tormenta;

y a pesar del miedo y la costumbre,

todo desaparece

entre la luz y el agua.


Hoy he comprendido

que no hay nada más bonito 

que un gato

mirando la lluvia,

a través de una ventana.

jueves, 20 de mayo de 2021

"Struggler"

 Tuve un sueño abrazado a una espada.

Olía a sangre y a infancias rotas,

a lodo y herrumbre,

a manos clavadas en las sábanas

de una tierra maldita

y a noches que nunca acaban.


Tuve un sueño en la oscuridad más profunda,

donde lobos se ocultaban entre las palabras

y respiraban en mi nuca,

donde los eclipses se alzaban

en un horizonte rojo

y negro,

como el yelmo,

como el huevo,

como la sombra que se cierne

sobre aquellos

que levantan la espada

contra el fuego.


Tuve un sueño

y lo he perdido.

Espero encontrarlo de nuevo.

domingo, 2 de mayo de 2021

La Hora de la Serpiente.

Dejé mis cosas en algún punto de la carretera,

más allá del Pálido.


Todas las tardes vuelvo a pasar por allí,

pisando sobre mis propias huellas

y girando las manecillas del reloj,

pintando el camino de vuelta 

con sangre

sobre el asfalto.

Y cuando cae la noche sobre el desierto,

me hago un ovillo bajo las estrellas

y espero a que llegue la Hora de la Serpiente.


Humeantes,

las siluetas de fósforo

emergen entre las rocas

como fantasmas de otro mundo,

susurrando historias en un idioma antiguo,

cubriendo la arena de una luz fría,

narrando extraños mitos

sobre alcohol 

y galaxias muertas

y meteoritos de anfetamina.


Y al despertar, bostezo

con la boca llena de polvo y traumas,

cansado de este cuerpo que ya no es mío,

y de esta mente quebradiza

en la que no me encuentro.

Emprendo el camino de vuelta

sobre la sangre que se ha borrado,

sobre las huellas que se han borrado,

sobre el pasado que he olvidado.


Dejé mis huesos en algún punto de la carretera

más allá del Pálido.



miércoles, 31 de marzo de 2021

Manos.

Ojalá deshacerme de estas manos de adicto,

rígidas, frías y temblorosas,

incapaces de soltar nada.

Manos que duelen de sujetar papeles entre los dedos,

esperando ser el protagonista de la obra al menos una vez,

que el piano suene cuando abandone el escenario,

y no cuando rompa el decorado.

lunes, 8 de febrero de 2021

Flores.

Cuento los minutos con los párpados
mientras me hago un hueco entre la basura.
La casa está cada vez más inclinada,
y mis dedos ya no tienen uñas con las que agarrarse.
Esta noche me deslizo
en silencio.

Los recuerdos pasan sin despedirse,
como las luces de la ciudad en los cristales del coche.
Pero nunca he tenido coche,
ni ciudad,
ni luces.
¿De quién son todos estos recuerdos?

Mi cuerpo es un vertedero de ideas inacabadas,
cicatrices sin sentido,
carne triste,
abandonada como un hotel viejo
en el que ya no duerme nadie,
en el que ya no existe nada
ni nadie,
solo el polvo
y la crueldad que queda
cuando ya no queda nada,
cuando ya no queda nadie.

A oscuras,
hago inventario de cosas rotas en mi mente.
He pasado toda una vida agarrado a un montón de chatarra
y lo he usado de armadura.
He pasado toda una vida con la cara envuelta en alambre
y he fingido tener coraje.
He pasado toda una vida con los bolsillos llenos de ideas tontas
y ahora no sé qué hacer con ellas.
He pasado toda una vida rechazando mi vida.
Ahora me toca pagar el precio,
pero nunca he tenido un puto duro.

Los ruidos de la carretera ya están demasiado lejos
y no quedan semáforos para mí.
Y nadie me enseñó a cruzar.
Porque nadie quería a cruzar.

Noto el olor de las flores podridas en el fondo de mi mente
y me pregunto desde cuando están ahí.