lunes, 8 de febrero de 2021

Flores.

Cuento los minutos con los párpados
mientras me hago un hueco entre la basura.
La casa está cada vez más inclinada,
y mis dedos ya no tienen uñas con las que agarrarse.
Esta noche me deslizo
en silencio.

Los recuerdos pasan sin despedirse,
como las luces de la ciudad en los cristales del coche.
Pero nunca he tenido coche,
ni ciudad,
ni luces.
¿De quién son todos estos recuerdos?

Mi cuerpo es un vertedero de ideas inacabadas,
cicatrices sin sentido,
carne triste,
abandonada como un hotel viejo
en el que ya no duerme nadie,
en el que ya no existe nada
ni nadie,
solo el polvo
y la crueldad que queda
cuando ya no queda nada,
cuando ya no queda nadie.

A oscuras,
hago inventario de cosas rotas en mi mente.
He pasado toda una vida agarrado a un montón de chatarra
y lo he usado de armadura.
He pasado toda una vida con la cara envuelta en alambre
y he fingido tener coraje.
He pasado toda una vida con los bolsillos llenos de ideas tontas
y ahora no sé qué hacer con ellas.
He pasado toda una vida rechazando mi vida.
Ahora me toca pagar el precio,
pero nunca he tenido un puto duro.

Los ruidos de la carretera ya están demasiado lejos
y no quedan semáforos para mí.
Y nadie me enseñó a cruzar.
Porque nadie quería a cruzar.

Noto el olor de las flores podridas en el fondo de mi mente
y me pregunto desde cuando están ahí.