sábado, 30 de marzo de 2013

La bomba.

Yo estaba allí.

Pude ver aquella masa viva y caliente incorporarse lentamente. El brillo me cegaba los ojos. Pude sentir el viento rodeando cada centímetro de mi piel, un aire tan denso que tapaba cada uno de mis poros.

El fuego abrasador inundó mi cuerpo por completo. Pude sentir cada una de las partículas radioactivas que circulaban por la zona, clavándose en mis órganos vitales. Pude notar la sacudida y el estremecimiento de la incomprensión ante lo que estaba pasando en ese momento.


Pude notar como todos los hombres que estaban a mi alrededor en ese momento y contemplaban lo mismo que yo, sentían lo mismo y pensaban lo mismo con tanta fuerza que casi podíamos escucharnos los unos a los otros.


Pude sentir la radiación que aquel fenómeno emanaba de manera repentina y letal, arrasando con las miradas de todos los asistentes al espectáculo.

Aquello era incontrolable, se me escapa de las manos. Apenas podría describir lo que sentí aquel día. Ni siquiera entiendo por qué sigo vivo. Por qué puedo escribir esto y hablar sobre ello, por qué sobreviví a aquel momento.

Y sí. Lo recuerdo con claridad y aún tiemblo al decirlo.

Yo sobreviví a aquel infierno.

Yo vi como ella me besaba, me sonreía, y abandonaba la sala para nunca volver.

Me pregunto cuántas civilizaciones habrá destruido hasta la fecha.

2 comentarios:

  1. Y ahora estamos incivilizados, sin ropa, sin dios. salvajes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muertos en una anarquía, a la espera de unas reglas que nunca llegan.

      Eliminar