sábado, 31 de mayo de 2014

Te quiero.

Me gustaría hablarte de la luz, pero nunca he sido muy amigo suyo.
Lo mío siempre han sido las sombras. Las noches largas y sólidas.
Las nubes sin formas.
La lluvia, gris, que se suicida desde las farolas, queriendo penetrar en el mundo.

Lo mío siempre ha sido la muerte y el no.
Las decisiones repentinas, lo veloz y lo sucio.
Lo que se ve y duele.
Lo que escuece.
Lo mío siempre fue la guerra.

Me gustaría hablarte de la vida, de verdad que me gustaría.
Pero sólo se hablar del dolor.

Me gustaría explicarte qué es lo que veo cuando miro dentro de esos ojos tuyos. Me gustaría que supieses lo que se siente al mirar en tus ojos. El niño asustado que hay dentro de mí levanta la cabeza y mira a través de esos dos agujeros de luz que hay en el techo de su cueva. Trepa y se asoma, a duras penas, para ver que hay al otro lado. Y ve tus ojos. Ve esos dos lagos de agua caliente que te abrazan y te prometen que todo va a ir bien. Me gustaría que pudieses ver lo que yo veo cuando miro dentro de tus ojos.

Me gustaría hablarte de la luz, pero nunca he sido muy amigo suyo. Lo mío eran las peleas, no los abrazos.

Cada vez que me tumbo en esta cama, miro al techo y siento calor. Un calor indescriptible, como si llevase años sintiendo un frío penetrante en los huesos que no me deja dormir, y de pronto alguien me acercase una antorcha. Luz y calor. Fuego.

Sé lo que es la intemperie, y sé lo que es el hambre de un alma rota. Sé el dolor de no poder tumbarte a descansar, porque las puñaladas abiertas de la espalda no te dejan dormir tranquilo. Sé lo que es que los monstruos vengan a buscarte cada noche. Ritual de sacrificio, ellos hicieron la ofrenda. Sé lo que es pasarte las madrugadas blandiendo el escudo, defendiéndote de tu reflejo.

Pero entonces llegas tú, como la luz. Llegas tú como si nunca hubieses llegado antes. Llegas como si la vida acabase de empezar.

Siento como si todos mis huesos se convirtiesen en diamante y pudiese levantar el mundo por encima de mi cabeza solo si tú estás mirando. Siento como si mi carne fuese acero que puede parar cualquier flecha. Como si mente estuviese limpia, clara y nítida, para llevar a cabo cualquier proeza.

Me gustaría hablarte de cómo me sentí pequeño. De todas esas veces que me dejé llevar por el odio. Me gustaría explicarte por qué me pasé al lado oscuro en algún momento de mi vida, pero no lo recuerdo. O no quiero recordarlo.

Me gustaría explicarte por qué siento este odio que carcome mi corazón de madera, lleno de clavos, lleno de astillas. Me gustaría explicarte por qué he hecho daño, por qué he gritado y he reído sumergido en la locura. Me gustaría explicarte por qué encarné al diablo en tantas historias, por qué llevo esta cruz en mi espalda. Créeme, me gustaría explicártelo. Pero no tengo ni idea.

No tengo ni idea de nada. Todo lo que sé ahora, es esto, aquí, siempre. Todo lo que sé ahora es este calor, esta luz de verano, este no parar de correr hacia ninguna parte, pero sin huir de nadie. Todo lo que sé ahora es este infinito y perfecto túnel de luz en el que has convertido mi vida. Una única dirección: ninguna parte. Un único destino: el círculo que nunca se rompe. La libertad de esclavizarse al otro. Tú, como única compañía.

Todo lo que sé ahora es que eres todo lo que quiero en mi vida. Que me da igual cuántas vidas empiecen, cuantos faros se iluminen, cuantas dimensiones comiencen. Me da igual el eterno retorno, que se joda Nietzsche. Te buscaré en todas las vidas que empiecen y que acaben. Me dejaré pistas en cada muerte para recordar que en una vida, en algún lugar de aquel océano, tu faro se iluminó y enfocó mi vida. Me dejaré notas que me recuerden que en otra dimensión me salvaste la vida. Te buscaré en los mil infiernos, iré a buscarte a cualquier parte.

Todo lo que sé ahora es que te quiero. Que mi vida es tuya, desde el nacimiento a la muerte. Todo lo que sé ahora es que daría mi sangre por ver tu sonrisa en el reflejo de una ventana, si todo fuese mal. No me importa el invierno más largo del mundo, si tengo tu calor para pasar la noche.

Quédate aquí, conmigo.
Y que el mundo siga girando sin nosotros.
Que tu luz no se apague.
Que todas tus noches sean mis mañanas, que todas tus mañanas sean mis noches.
Que toda tu vida sea la mía.
Que no queden rincones sin caricias.
Que no quede nada sin tocar.

Que no haya nada sin ti.

Te quiero.

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