viernes, 19 de mayo de 2023

Parches. Vendas. Cables.

 Parches. Vendas. Cables.


A veces, siento que corro de mi propia sombra. Hay un camino de lodo, que serpentea entre montañas de basura, donde mis pies se hunden sobre los charcos y las huellas revelan el camino en dirección contraria. A lo mejor no importa de dónde vienes, si no hay ningún sitio al que puedas ir.


Parches. Vendas. Cables.


Puedes romper algo todas las veces que quieras. ¿Cuántas veces puedes pegar los trozos de un jarrón para dejar de ser el mismo jarrón? ¿Cuántos huesos puede perder un cuerpo hasta que deje de ser un cuerpo? Las grietas se abren, y el universo se derrama entre los agujeros. Los años empapan la carne, los golpes tiñen las venas, las horas se disuelven lentamente en el café. No soy yo porque estoy en mí. Sueño y, aún así, lo estoy. Y esa amalgama de carne y sueños rotos se va deshaciendo mientras corre sobre el lodo, mientras las moscas y el hedor de los años muertos tratan de sujetarlo para que nunca abandone el desguace. La cámara se aleja, el yo trata de escapar como un pulpo en una botella. Las tripas abandonan el barco. Las manos fallan. Los dedos se agrietan. Y el grito se expande entre las costillas, lentamente, aferrándose al sueño del estallido.

Y al otro lado del grito, el desierto de promesas, los horizontes torcidos, las cascadas de sudor y sangre, los músculos ajados y la mirada borrosa, un teléfono que nadie coge, una llamada vacía, una respiración ahogada y un corazón que suplica explotar.


Parches. Vendas. Cables.


No sé qué soy.

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