miércoles, 28 de marzo de 2012

Roca.

No me importa el dolor. No me importa la sangre.
No me importa que nadie crea en mí, no me importa nadie.
No me importan las cicatrices, las torturas.
Me ayuda pensar que no tengo duda alguna.
Me ayuda pensar que existe la fortuna.
Que puedo con todo, que sacaré la luna
del lodo en el que se ha enterrado,
de modo que todo vuelva a su cauce,
a su corriente, al río que se ha desbordado,
llevándose consigo todo lo que siempre me ha importado.

No me rendiré jamás.

No me rendiré jamás.

No me rendiré jamás.

No me rendiré ante el sol.
Esquivaré sus rayos en pleno verano
y convertiré la luz en sombra,
para que el frescor inunde tus poros blancos,
los que se abren con las dudas, las cuales nos odian,
por ser tan dulces frente a una herida salada,
por ser tan perfectos, en un mundo amargo.

No me rendiré ante el invierno.
Calentaré tus miradas con mis miradas,
derretiré aquello que paraliza tus sueños.
no dejaré que la soledad cubra tu corazón con hielo.
Sujetaré el frío, seré su dueño.

No me rendiré ante el miedo.
No tendré miedo de rendirme,
porque no es una opción.
Buscaré una solución,
tomaré la elección
de ser libre en mi cárcel,
de vivir encarcelado en tu corazón,
hasta el fin de los tiempos,
sin miedo a la soledad,
sin miedo al dolor,
sin miedo a ser una sombra de lo que solía ser yo.

No me rendiré ante el fuego.
No me rendiré ante la hoguera que ahora ilumina tus ojos
cuando las almas tristes y vacías que carecen de significado,
te acechan en las esquinas en busca de un pedazo
de tu cuerpo, de tu alma,
de tu sonrisa, de tu boca,
de tu vida.

No me rendiré ante el dolor.
No me rendiré ante la perdición.
No me rendiré ante nada, ni nadie.

No.

No es una opción.

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