sábado, 20 de junio de 2015

Confesión

Persigo una muerte que no encuentra mi estilo.

Vivo a golpes,
trago sangre a cada paso
y contengo el aliento al borde de cada precipicio que he comprado.

Entro en las habitaciones sin llamar,
tiro las puertas abajo a cabezazos,
estupidez en mano,
afilada como una espada de plata,
buscando una dama que salvar
y una recompensa que rechazar.

Grito allí donde nadie ha pisado jamás,
nado en las aguas en las que nadie se ha ahogado,
corro por las fronteras que jamás ha traspasado nadie.
Aventurero de lo inexplorado,
soy el único hombre que ha bajado a este infierno y ha vuelto
para contarlo.
Pero todo esto sigue sin tener propósito o sentido.
Todo esto sigue vacío.

Sé de las más oscuras artes que crecieron bajo el suelo.
Conozco cada fórmula de odio y mentira,
produzco venenos que duran días,
años, siglos,
vidas.
Construyo fortalezas que resisten el paso del tiempo,
el paso de los sentimientos
y mi paso.
Fabrico armas capaces de perforar el corazón más resistente,
capaces de destruir mundos hasta los cimientos.
Fabrico armas capaces de dejarme aún más solo que como empecé.

Pero por mucho que lo intente,
no puedo parecer ser mejor de lo que soy.
Nunca disfracé mi cuerpo,
nunca disfracé mi rostro o mis intenciones.
Nací bestia,
persigo una muerte que no encuentra mis formas,
una muerte que grabe mis palabras al otro lado del muro
para que todos puedan leerlas y comprender
el significado de absolutamente nada.

Puedes considerarme un fracaso,
por haberme desnudado desde el primer día
y dejar que en tu sádica satisfacción
me golpeases una y otra vez,
contemplando como se desgastaba el hierro,
como se oxidaba mi carne,
como se retorcía mi mente.

Te felicito,
conseguiste lo que ningún otro héroe consiguió jamás:
que me fuese.

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