jueves, 11 de junio de 2015

La Senda

Si quieres llegar rápido, camina solo.

En los Días de la Sombra, me deshice de todo cuanto tenía. Vacíe mis bolsillos al filo del abismo. Vi caer mis monedas al fondo de las tinieblas. Mi trabajo, el de toda una vida, voló como un pájaro suicida hacia el final. Cayeron los recuerdos, las caricias, las palabras, el poder, la esperanza, la consciencia. Me deshice de todas mis armas, me deshice de todo el hierro y el cuero, la madera y el alma. Me desnudé, y vestido con un abrigo de cadáveres susurrantes, comencé a correr.

A huir de ti.
De mi.
De ellos.
De aquellos.
De los Otros.
De todo lo que estuviese fabricado con dolor, para impedirme causarlo.
Causármelo.

Tras los Días de la Sombra, me vi solo y perdido en un desierto de arena empapada de sangre. Bajé las escaleras del abismo en el que me deshice de mi. Busqué las miradas allí donde el mundo termina. Llevé el Odio de la mano toda mi vida, como un niño enfermo que parasita tu sangre y tus horas. Busqué los recuerdos, las caricias, las palabras, el poder, la esperanza, la consciencia, pero ya no se encontraban al fondo del abismo. Alguien las había recogido, había juntado los pedazos y los había revestido de hierro y cuero, madera y alma. Me vestí con aquel armazón de vida y me abrigué en el invierno.

Si quieres llegar lejos, camina acompañado.



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