domingo, 27 de marzo de 2016

Poemas escritos con las manos rotas.

En el mismo momento en el que desapareció escaleras abajo, lo comprendí. Soy sombra.

Sus tacones hicieron eco estrellándose contra el mármol, desvaneciéndose lentamente. El silencio me abrazó por la espalda lentamente, como un susurro helado. Y me quedé quieto, en aquel pequeño invierno en el que solo quedábamos yo y mis pensamientos.

Soy sombra. Porque solo soy cuando ella es. Si fuese luz, me valdría con iluminar la sala para ver su rostro con claridad cuando llega la noche. Pero no soy luz, soy sombra. Y me arrastro por el suelo, siguiendo el sonido de sus tacones mientras quede un último rayo de sol. Cuando llega la noche, no soy. La oscuridad se traga todo, y las sombras se funden con la negrura de la habitación sin luz. No soy más que una parte del todo que llena el espacio. Cuando llega la noche, me retuerzo entre las sábanas y dejo que los pensamientos mastiquen mi cerebro lentamente, como un millón de gusanos que entran en mi cabeza y ríen en voz baja en mis oídos. La oscuridad se traga todo lo que eres, lo que soy, lo que pude haber sido. La oscuridad se traga la potencia y lo conocido.

La sombra no es más que un pedazo de la asfixia. La noche es la reina. No llega cuando hay luz. Mientras que nunca hay luz y oscuridad en la misma sala, la sombra solo existe como opuesto de la luz. Y aquí me encuentro, como una silueta negra recortada en una pared de papel, encorvada y maltrecha. Una silueta grotesca que mira al horizonte, llevándose lentamente las manos a la cabeza.

Si ella es luz, ¿qué he sido hasta ahora? Esclavo de mi propia inercia. Caigo cuesta abajo por una depresión sin red de seguridad, tropezando entre medicamentos y toxinas. Llevo tanto tiempo cayendo que no recuerdo en qué raíz tropecé por primera vez. Piedad. También Sísifo puede ser feliz.

Pero cuando me retuerzo sobre las sábanas, cuando cae el manto de oscuridad, cuando la noche llega y se muere toda esperanza, un festival de imágenes se posa sobre mis párpados, como lienzos de sangre que me recuerdan quién soy y qué he sido. ¿Por qué estamos aquí?

Un dios borracho, moldeando un pedazo de barro a puñetazos, con los ojos inyectados y los gritos abrazados a la garganta. Colocaste tus dedos en los huecos y rellenaste los agujeros.

Un cepo ensangrentado y entreabierto. Tuviste el valor de meter las manos y desatascar los engranajes.

Un reloj de sol sin aguja. Sigues de pie en su centro, con el sol quemando tu espalda, para proyectar sombra y dar un sentido.

Qué soy sin tus dedos en mis huecos.
Qué soy sin tus manos sujetando mis engranajes. 
Qué soy sin tu cuerpo marcando mis horas.

Soy sombra.
No soy si tú no eres.
Y cuando dejas de ser, yo nunca he sido.

Si tú no eres, solo soy nada en un mar de oscuridad. Una masa homogénea de ausencia en la que no me recuerdo y no puedo encontrarme.

Soy sombra.
No soy si tú no eres.
Y cuando dejas de ser,
yo


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