La noche cayó sobre el yermo.
Apenas unas pocas farolas aisladas, en la oscuridad, se erigían como seres de ultratumba hacia el cielo, alumbrando el suelo resquebrajado, seco y pedregoso. La alfombra de piedras y escombros que presentaba el lugar era un panorama desolador.
Bajo las estrellas y las escasas nubes que atravesaban el cielo como cicatrices, una figura caminaba lentamente entre las ruinas. El humo de un cigarro arrugado y su luz anaranjada rodeaban un cansado rostro, de mirada fría y fija en el horizonte. Las cenizas que caían lentamente el cielo se posaban en su pelo enmarañado y su barba. Las cicatrices brillaban con la luz de la luna, y la sucia y rota cazadora de cuero resplandecía a cada movimiento. Caminaba golpeando las piedras a cada paso, distraído.
Se escuchó una fuerte explosión a lo lejos, y una ola de aire caliente levantó el polvo en la noche.
Lobo se giró, y observó el enorme hongo nuclear que se alzaba tras él, en el horizonte.
Dio una calada, sin inmutarse.
Y siguió caminando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario