lunes, 19 de enero de 2015

Oración Cero.



Vengo del incierto camino
en el que hablar con el viento era un terrible delito.

Vengo de aquel mundo que solo existe en la noche,
en la fiebre del alcohólico,
en los rencores de pasamontaña y fuego.

Vengo del último reino en la tierra,
allí donde vuestras mentiras serían colgadas al sol,
como tiras de carne,
secándose con la brisa de la mañana,
como se seca la sangre sobre la piedra de Caín.

Vengo de un lugar que vuestras pesadillas no podrían imaginar.

Y hoy cojo la flor de loto con las manos desnudas,
y os dedico una sonrisa desde lo más profundo de mis tripas.

Ella me espera en el cielo,
el hada de la Luna.

Cumplí mi condena,
mastiqué mi castigo como se me indicó desde el Génesis.
Hoy he pagado por el asesinato del sol.

No dormiré más bajo la montaña,
esperando el látigo de mil lenguas afiladas.
No dormiré más atado a mis propias armas.

No quedan cadáveres que desenterrar.
No viviré más sobre la mano de Buda,
esperando el terrible espasmo
de sus dedos cerrándose sobre mi cuerpo,
crujiendo mis huesos de cristal.

No seguiré en el fondo de este oceáno,
con los pies enterrados en el fango,
observando en silencio la superficie
y las sombras,
las formas,
los colores,
como observan los tiburones a los humanos
las tardes de verano.

Cumplí mi condena,
tragué todos los pedazos de la Gran Cadena.
Hoy he pagado por perder la mano.

Comienza mi viaje al Oeste.
Clavo mi kukri en la puerta de mi casa,
ya habrá tiempo de guerras en ese futuro lejano.

Me marcho al final del camino,
allí donde no alcanza la vista.
Me marcho al final del camino,
para dar media vuelta
y comenzar de cero.



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