jueves, 8 de agosto de 2013

Sisyphus.

Cuando has conocido la libertad, es difícil entrar voluntariamente entre los barrotes.

Has sido capitán de un navío muerto, líder de traidores, jefe de villanos. Tu espalda ha recibido tantas puñaladas que apenas puedes distinguir las marcas de la piel virgen.
El callo que muestran tus manos no es fruto del trabajo duro, es fruto de la muerte.
Fruto de la espada, de la pistola, de la botella.
Tienes más ron que sangre en las venas y si pudieses nunca pararías dos veces en el mismo puerto, nunca la misma puta, nunca la misma pelea, nunca la misma taberna, nunca el mismo callejón. Huirías del mundo y de ti mismo.
Has surcado los mares más negros, más profundos, más oscuros. Los monstruos marinos más horribles que se puedan imaginar han rozado tus pies, con sus viscosos lomos.
Sus sombras han pasado bajo tu cuerpo como cuando la noche cae sobre nuestras cabezas.
Has sobrevivido al Kraken, has sobrevivido a la muerte.

Has sido guerrero entre guerreros.
Has atravesado las altas montañas, has regado con la sangre del enemigo las laderas y has formado cascadas con las lágrimas de los que lo merecían. Te has levantado una y otra vez del campo de batalla. Nunca has dejado que te dobleguen, nunca agachaste la cabeza ante los dioses. Nunca pediste perdón, nunca pediste permiso. Nunca fuiste el esclavo de nadie.

Que se jodan los dioses.
Que se joda el destino.
Que se joda la corriente.
Que se jodan los vientos.
Que se jodan las mareas.
Que se joda el cosmos.

Levántate, hijo de puta.
Nunca nadie debería tumbarse.
Carga con tu escudo,
agarra con fuerza la botella,
nunca aflojes la mano de la espada.
Corre.
Corre hasta que el mundo no pueda darte alcance.
Llega hasta el fin del mundo.
Y sigue corriendo.







Es hora de levar anclas...
pero nunca terminas de hacerlo:
aunque la tormenta destruya todo lo que creaste,
siempre hay alguien a quien salvar de este puerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario