jueves, 1 de agosto de 2013

Cállate.

Camino sin rumbo.
Ni siquiera le pongo voluntad a mis pasos, arrastro mis pies de plomo. Pero no dejo huella sobre el asfalto: el mundo no quiere recordarme.
Me siento en el banco más alejado de la calle, ese del rincón. El del olvido.

Antes de sentarme, coloco bien las cadenas del pantalón: no quiero quedarme enganchado. No quiero encadenarme, como tantas otras veces. Esos momentos en los que vas a levantarte para marcharte y no puedes, porque las cadenas tiran de ti. Esta vez no.

Mis ojos observan todo a su paso, analizan cada movimiento de la calle tras las pantallas oscuras de mis gafas de sol. No sé si mis ojos están cansados, o tristes, o abandonados. Tampoco me importa. Supongo que lo importante es que están abiertos. Y puede ver.

Venga ya... ¿así va a ser todo? ¿Esto es el ciclo?
Una y otra vez, ser el antihéroe patético.
Perder el honor una vez tras otra.
Estoy condenado a ser Yukio Mishima, a que los cortes nunca sean limpios.
A viajar al mundo de los muertos encadenado a la vergüenza.
Es el último réquiem por mis sueños.
Es mi brazo amputado el que habla.
Y dice que no soy bueno, que no soy digno.
Que no valgo nada.

Pero...¿y qué si esto es todo? Vivo, respiro.
No hay barrotes.
Vuelo.
¿Bajo, rozando los edificios y siempre al borde de la muerte?
Quizá.
Pero vuelo.
No necesito brazo, ni siquiera necesito piernas.
Me arrastraré con los dientes si es necesario.


Sé lo que ocurrirá en las próximas horas. Acabo de comprar un billete en primera fila para asistir al lanzamiento de la bomba atómica. El Devorador de Mundos vendrá a mí y se comerá mi sombra lentamente.
Mis cadenas comenzarán a masticarse entre sí, acercándose lentamente a mi corazón. Es cuestión de tiempo que el horror empiece a comerse mis pies. ¿Y correr? ¿Hacia donde? 
No importará. 
Solo podré bucear.
Es la erótica del Doppelgänger.
El morbo de la autoaniquilación inconsciente.

Sabemos lo que es una nórdica.
Sabemos lo que es un tubo catódico.
Sabemos lo que es un proxy.
Sabemos la cantidad de calorías de un alimento.
Sabemos que necesitamos dormir una media de 8 horas para estar activos física y mentalmente.
Sabemos que estamos a 384.400 km de la Luna.

Pero no tenemos ni puta idea de cómo enfrentarnos a nosotros mismos.





Pero tiene que haber una salida a este laberinto.
Tiene que haber una manera de reconstruir este interior.
De reparar esta espalda, destrozada y mutilada tras tantas Águilas de Sangre.
De coser este estómago, tras tantos seppukus.

Tiene que haber luz al final de este túnel.

Rompe los barrotes, James.

Límpiate la sangre, Lobo.

Levántate y sécate las lágrimas, Langdon.

No sueltes las botellas, Zdena.

Sigue caminando, Blackhill.

Suelta la pistola, Adam.

Agarra con fuerza la espada, Wander.

Cállate, Chain.






Respira, Jack.
Respira...y no sueltes el aire.




















"Creo que puedo. Sé que puedo".
Kurt D. Cobain

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