martes, 22 de octubre de 2013

Adiós.

- Adelante - dijo el tipo de la puerta.

Echó un vistazo a través de la pequeña ventana de cristal de la puerta, y giró el picaporte.

Entró en el bar y se detuvo sobre la sucia y empapada madera. Una guitarra vieja y de cuerdas oxidadas se lamentaba como un perro callejero, mientras una voz negra entonaba un himno de esclavos. Echó un vistazo a su alrededor y no vio a nadie. El local estaba vacío. Sólo una chica con la mirada perdida y embobada por el humo de su propio cigarro seguía allí.

Caminó hasta la mesa y se sentó frente a ella. La miró fijamente a los ojos. Ella le devolvió la mirada.

Nada. Ni una palabra, ni un gesto. Él no sacó nada en claro.

Miró a su alrededor. Seguía sin haber ni un alma en la sala. Ella miraba nerviosamente a su alrededor de vez en cuando, como si buscase a alguien. A cualquier persona. Algo.

Él suspiró, dejó un par de monedas encima de la mesa, para que la chica pagase lo que había bebido, y salió por la puerta del bar.

- ¿Y bien? - dijo el tipo de la puerta.
- Es inútil.
- Lo siento. Creíamos que respondería a algún estímulo pero...
- No importa. Tarde o temprano ocurriría.
- Si mejora, ¿debo decirle algo?

Él fue a decir algo, pero inmediatamente se calló. Echó un último vistazo a través de la ventana de la puerta.
Dio media vuelta, y se fue del hospital.



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