martes, 15 de octubre de 2013

"Hasta mañana".

Canta el borracho tristemente,
de batallas pasadas se alimenta.
Se limpia las babas con la manga,
porque enfadada, de su lado, se fue la sirvienta.

Cuánta nostalgia de celos, mentiras y propaganda.
Cuánta nostalgia de cadenas, correas y bozales.
Cuánta prisa por defenderte, cuánta demanda.

Espejos deformes, rotos y grotescos,
que muestran lo bizarro que es el ser humano,
cuando tiene el poder en su mano,
de hacer daño a quien más quiere
porque ya tiene el corazón muerto.

Espejos sucios, rayados y feos,
que muestran lo patético que es el ser humano,
cuando tiene ansias de poseer y ser adorado,
por aquellos que no saben quererse a si mismos,
porque ya no sienten calor en sus cuerpos.

Pero esto no es un ataque, diminuta lombriz de agujeros pasados,
sino una advertencia, de las que sueltan los seres civilizados, con clase y educados.
Quizá algún día dejes de mirarte en tus espejos,
y comiences a mirarte en los míos,
para comprobar que no hay ápice de pena en ellos,
sino risa, odio y hastío.

Porque ni siquiera sé con quién hablo,
ni conozco a mi enemigo.
Porque mientras sigas alimentándote de mierda,
para no enfrentarte a la luz de las ventanas,
seguirá tu cerebro envuelto en hilos.
No hilos de seda, querida.
Hilos de araña.

Recuerda que soy carta y revólver.
Recuerda lo que vale un as de espadas.
Como dice el refrán:
"a las buenas muy buenas...
...a las malas, muy malas".

Porque recuerda una cosa,
Caperucita Sucia,
mi pequeña niña malcriada:
el leñador se convirtió en lobo.
Un beso,
buenas noches,
y hasta mañana.


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