jueves, 30 de diciembre de 2021

Autochrome

Clac.

Carne viva en los nudillos, sangre en la nariz, un sabor barato en la boca. Hay algo ácido que trepa, clavado en el interior de mi tabique. No sé dónde estoy y tengo la nariz hinchada. Me gustaba esta camiseta, supongo. Ecos de zapatos en un pasillo que no va a ninguna parte y voces amortiguadas al otro lado de las paredes. Son las 2 de la mañana (¿lo son?). Dicen que si quiero llamar a alguien (¿quiero?).

Clac.

Tierra en los pantalones, sudor en la espalda. Está a punto de llover, pero no importa. Se está bien aquí. Aquí no hay nadie, no hay nada. Aquí no soy nadie, no soy nada. El humo me rodea las manos durante unos segundos y el aire se lo lleva, como si no hubiera pasado nada.

Clac.

Tos. Jadeos. No reconozco este sitio. No importa. Mañana tendrás tiempo de preguntártelo. Buenas noches. ¿Quién eres?

Clac.

Dame otro papel.

Clac.

Sangre y yeso.

Clac.

Vodka y luz ultravioleta.

Clac.

¿Qué soy? ¿Quién soy? ¿Por qué no puedo parar? ¿Por qué esta velocidad que arrasa con todo, la sensación de que si me detengo un solo instante el tren saldrá despedido y arrollará a todos aquellos que están dentro? ¿Por qué esta mente saturada de estática, incapaz de sintonizarse, de encontrar un ruido blanco que apague todos los demás ruidos? La necesidad de destrozarlo todo.

Clac.

Arena en los pantalones, sudor en la espalda. Ha empezado a llover, pero no importa. Se está bien aquí. Aquí no había nadie, no había nada. Aquí no era nadie, no era nada. El humo me rodeaba las manos durante unos segundos y el aire se lo llevaba, como si no hubiera pasado nada. Un destello rojo atraviesa el rabillo de mi ojo.

Clac.

No quedan diapositivas. Y sin embargo, la máquina sigue funcionando.

No distingo entre sueños y recuerdos

y mi mente sigue suspendida entre notas distorsionadas.


No quedan espejos.

Solo quedan estas manos rotas

incapaces de conservar nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario