Déjame abrir la puerta,
para que dejar que entre
la luz gris de esta mañana
en tu vieja catedral,
estos cien hilos de plata
atravesando las galerías.
Déjame abrir la puerta,
acariciar las veintinueve vidrieras
que colorean los suelos de los muertos.
Deja pasar las hiedras,
y las flores,
las tormentas
y los truenos,
deja que venga el diluvio.
Va a subir la marea
y se lo va a llevar todo.
Abrázame fuerte
para encontrarnos en la orilla.
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