martes, 22 de febrero de 2022

Instant Crush

 Sueño

que nos encontramos de nuevo.

Que charlamos

y el tiempo pasa

como solía.

Que nos sentamos en un parque

a medir las horas en cucharillas de café.

Que la vida se convierte en mito.

Que todo es

que nunca ha sido

que nunca ha dejado de serlo.


Sueño

que las manecillas giran 

en dirección prohibida

y la ropa

y la vida

(el mito)

nos quedan grandes.

Que volvemos a ser dos niños

sentados en un banco

bajo un sol de verano sin ojos

y un cielo azul sin sangre.


Sueño

que sonríes

y sueño

que no duele.

Y dos adultos con nuestra cara

nuestras manos

nuestros miedos

nos gritan a lo lejos

y agitan sus cuerpos.

Tristes y cansados.

Rotos de frío.

Muertos.


Sueño

que te aparto el pelo de la cara

y que me veo en tus ojos

durante un segundo.

Que quiero ser lo prohibido,

dibujar en el suelo 

el instante

en el que tu sonrisa florece despacio

para estudiar su geometría,

para encontrar sentido al enigma

que provoca

que mi mente

aprenda a volar

cuando me miras.


El sol se marcha,

la marea sube.

En la noche, muere un faro.

Y nuestros adultos gritan,

desesperados,

pero no escuchamos.

Solo somos dos críos

existiendo entre una sonrisa

y la siguiente.

Y no sabemos de caos,

no sabemos de grises.

no sabemos de muerte.


Me despierto

estrellándome contra el espejo.

Y me asomo a todas mis ventanas

a gritar que no me importa

nada de esto.

Que no hay infierno que me tenga preso.

Que estoy loco.

Pero sueño.


El niño se sienta en el banco del parque

con una bolsa de canicas rojas.

Yo me siento en el suelo

con los trozos de mi espejo.


Sueño

que quiero

soñar

este sueño

de nuevo.

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