Una mañana que no es una mañana
cubre esta ciudad que nunca fue mi ciudad.
El tiempo es una melodía de piano
escrita por un loco;
el espacio, una voz rota
que hace eco en la soledad;
la vida, una obra de teatro sin guión.
El bufón y la reina,
un cuento de Navidad sin luces,
una muerte entre las flores,
una calavera desenterrada,
un poema para Ofelia.
Morí
y seguí mandando cartas a casa
hasta quedarme sin manos
con las que ganar la partida.
Ya no tengo nada que apostar,
y no puedo levantarme de esta mesa
en la que siguen lloviendo piedras.
Y no puedo deshacerme de estas páginas en blanco,
en las que no sé qué decir.
Estoy encerrado entre dos palabras,
y no encuentro la salida
ni la entrada.
Intento coser mis heridas con el hilo del laberinto,
avanzar sin luz por estos pasillos,
y termino caminando en círculos
alrededor del espejo.
Ya no sé si soy el Minotauro o su reflejo,
el trauma de una pesadilla azul
derramada sobre la alfombra,
una noche sin estrellas
proyectada en la pared,
una vida inacabada,
una bolsa de plástico
en la tormenta.
Suena el disparo
que da comienzo a la carrera,
encajo la bala en la espalda,
y corro con los ojos cerrados.
Pero siempre he sido Orfeo,
sin entender las reglas de este juego
al que nunca quise jugar,
sin más música que este latido
que me hace compañía
en la oscuridad.
No sé volver a la torre
de la que bajé para ofrecer refugio.
No sé volver al camino
que nunca he querido andar.
Solo existe una línea de salida,
dos líneas de llegada,
ningún horizonte a la vista,
un cielo demasiado grande
para volar sin alas.
Y cada noche me paro en seco
en esta carretera abandonada.
no me importa la carrera.
Doy media vuelta y me siento en el suelo,
como tantas otras veces,
en silencio y sin decir nada,
contemplando una espalda
que se aleja del mar.
Y ahora tengo una balada clavada en el pecho
que florece cuando cierro los ojos,
que trepa hasta mi garganta
si me quedo dormido durante mi guardia.
Me arrastra de vuelta al agujero
en el que busco mis pedazos en silencio,
en el que mueren los sueños,
solos,
de hambre y de miedo.
Toda historia tiene un final,
pero este cuaderno está lleno.
No quedan páginas que escribir.
Es el final de todas las cosas,
y yo sigo aquí.
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