martes, 4 de enero de 2022

Bailando con lobos

"Mira abajo",
me dice esta voz que se parece a la mía
pero que ya no recuerdo.

Estoy de pie en la pista de baile,
sobre un charco de sangre
que dibuja formas extrañas
bajo mis zapatillas.

Llega el get down,
y las luces parpadean.
La tormenta de neón
da vueltas alrededor de esta cabeza
que ya no es una cabeza,
sino una cárcel,
la cárcel de carne que me ha acompañado
y que he aprendido a abrazar.

La luz se vuelve fría,
del color de los muertos,
siento los focos sobre mí.
¿Cuándo llegué a este escenario?

"Mira abajo",
me dice esta voz que en algún momento fue la mía,
pero que ya no recuerdo.

El ruido ahogó el disparo,
y la bala me abrió el pecho
como una flor en primavera.
Los químicos que me adormecían,
bajan lentamente por mis costillas,
recorren cada cicatriz y me envuelven,
formando una armadura de benzocaína,
creando unas alas de etanol
que no sirven para volar lejos,
sino para volar bajo,
alas que se desdibujan con los suspiros
que cruzan la habitación.
Las luces se estrellan contra la bola de espejos
y el mundo gira como una discoteca vacía,
a la espera del siguiente ritmo
con el que empezar a mover estos huesos
que contemplan la pista de baile en silencio.

Y en la oscuridad de la sala, 
yace un lobo durmiendo entre altavoces viejos,
mientras las memorias sobrevuelan sus ojos
como hologramas de un futuro que nunca llegó.
Descansa y mantiene el orden
en esta prisión, en esta cárcel,
la cárcel de carne que me ha acompañado
y que he aprendido a comprender.

La luz se vuelve cálida,
del color del fuego,
siento los focos sobre mí.
Este es mi escenario.

"Mira abajo",
me dice esta voz que es la mía,
pero que me envuelve como una vieja melodía.

Siento como late
una nueva canción,
pero no comprendo su ritmo.
Y el lobo despierta con el beat,
lame esta herida inesperada,
abre mi cabeza con cariño
y se pasea
por las galerías polvorientas
de paredes cubiertas
de identidades rotas,
de ventanas con barrotes cortados,
de puertas con cadenas oxidadas,
donde los cuerpos bailaron abrazados
al son del viento que mecía las cortinas,
donde las drogas inundaron los pasillos
y llenaron de silencio cada pabellón.

Si esto es dolor,
quiero vivir en él.

"Mira abajo",
me digo a mí mismo.

Baila una vez más.

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