lunes, 31 de enero de 2022

Tormenta y terror

Camino a ciegas
por galerías frías
cosechando piedras
sembradas en la tormenta,
con las que construir un altar,
con las que levantar una catedral
en la cima de la montaña.

Solo tengo el negro rocío
que inunda esta cavidad de mi pecho,
el eco de las gotas entre mis costillas,
calmando la sed de una corona de espinas
que rodea mi corazón
y lo protege
de la primavera
y su brisa.

Conozco todas las Líneas,
y ningún camino.

Un paso detrás del otro,
como los muertos y sus cacerías.
Una piedra sobre la otra,
como los vivos y sus fosas.
Un pensamiento debajo de otro,
como los niños,
como la infancia que muere en silencio
con la luz del relámpago,
que exhala su aliento
con el rumor del trueno.

Camino en silencio y a ciegas
esquivando las procesiones
de cuerpos y rostros
que surgen en la niebla.
Sigo las Líneas
con la fe que nunca he tenido,
con la esperanza de encontrar
un camino.

Pero a veces,
se escapa un fantasma.
En la negrura que late,
rozo un recuerdo al pasar;
y el terror comienza.
 
El impulso eléctrico
de todas las cosas vivas,
el viento helado
que llena las venas
de todas las cosas muertas,
el rayo que no cesa,
la sangre que brama,
el grito del tiempo,
el maullido de Dios,
me golpean con la fuerza del océano,
me sacuden y me arrastran
como un viejo trapo sobre las olas,
me estrello contra los acantilados,
me estremezco como las tensas tripas
del tamborilero
que aúlla en el vacío,
buscando desesperadamente
el eco de una canción
en este cielo de estrellas muertas.

Y cuando el fantasma se marcha,
su tacto desaparece de mi piel,
y vuelvo a quedarme solo.

Permanezco en silencio
en un rincón del laberinto,
cubriéndome la cabeza
con estas manos sin dedos.
Y la tormenta
y su terror,
pasan.

Vuelvo a caminar a ciegas
por estas galerías frías,
cosechando las piedras
sembradas en la tormenta,
que han caído del altar
y ruedan sin destino
sobre la alfombra de escarcha
de mis pestañas.
Vuelvo a empezar de cero
a construir esta maldita catedral
en la cima de la montaña.

Cierro los ojos de nuevo
hasta la próxima tormenta,
hasta el próximo terror.


El único fantasma

que queda

soy yo.

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